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Esher House de Wilkinson King Architects ha sido premiada más de una vez por su sencillez y por su elegancia. Se encuentra en Surrey, en el sureste de Inglaterra, y es una obra que sorprende por su extraordinaria capacidad para seducir al visitante mediante un lenguaje limpio, nítido, esencial. Sin embargo es una casa rica. En emociones, en sugestiones, en detalles estudiados con raro cuidado.

Es una caja de cristal y cemento que se apoya con suma gracia sobre un manto verde brillante; parece «aterrizar» sobre éste, con movimientos suaves y seguros. El elemento fuerte de todo el proyecto es el diálogo entre arquitectura y paisaje, basado en un diccionario que apela al alfabeto de los cromatismos y de las formas/geometrías.

Un diálogo que produce sintonías y acuerdos, pero que procede por interferencias: el blanco resonante de la villa se recorta sobre el verde brillante del prado, mientras que el perfil escuadrado y los ángulos rectos de la construcción se enfrentan con el curso movido, sensual, envolvente de la extensión verde. Un juego de continuas relaciones entre líneas rectas y trayectorias curvas, entre opacidad y transparencia, entre rigor y concesión a la sensualidad genera una arquitectura en equilibrio con la voz de la naturaleza.

El paisaje tiene libre acceso en Casa Esher. La serie de cristaleras que ciñe todo el primer nivel permite a los escenarios exteriores penetrar en los espacios interiores, los cuales parecen expandirse y extenderse más allá de los auténticos límites físicos dictados por el perímetro de la casa. A través de la misma cortina de cristales la luz es catalizada hacia el corazón de la casa, define los volúmenes, corta los espacios o los exalta.

«El edificio proyecta una relación con su ambiente, tanto exterior como interior, abre nuevas vistas sobre el camino y a la vez deja ver el verde deslizándose colina abajo. «, explican los proyectistas.

La casa desafía además a la gravedad: articulada sobre dos niveles, somete al formado por cristales a la potencia y a la masa del nivel lleno. El cristal sustenta al cemento, invirtiendo así las reglas de la estática tradicional. El efecto que produce es el de un cuerpo ligero, apoyado, medido, en el que todas las fuerzas están calculadas con un equilibrio perfecto.

En el interior, la villa está organizada en torno a un comedor a doble altura y a una escalera que conduce a la planta superior, donde se encuentra la zona de noche.

«Este es uno de esos raros proyectos en donde un arquitecto no podría agregar o sacar nada, es un diseño simplemente perfecto.», fue uno de los comentarios más halagadores que recibió esta estructura, dicho por el jurado que en la final del 2006 ha concedido el Premio RIBA a Wilkinson King Architects.