Nada hay como las flores para destacar una pequeña zona de nuestro hogar. Con los bulbos floridos, y eligiendo un recipiente adecuado, se puede dar un toque muy especial. Los bulbos tienen muchas ventajas sobre los ramos de flores convencionales.
Hay una gran variedad, son flores pulcras y de gran belleza, ocupan poco espacio, son muy duraderos y nos permiten múltiples juegos decorativos. Hay bulbos que se plantan en otoño y se compran en primavera. Así que las floristerías ya comienzan a ofrecer de tulipanes, narcisos, jacintos o crocus, por nombrar algunos de los más conocidos.
Lo ideal es adquirirlos cuando están a punto de florecer y dejar volar nuestra creatividad en su presentación en nuestra casa. Son especialmente adecuados para crear un punto de interés muy concreto. Por su manejable tamaño se les puede colocar el lugares poco habituales para recibir flores pero que también lo agradecerán, en el baño, la cocina, la habitación de los niños… Un único bulbo puede ser lo suficientemente llamativo en un tiesto individual, pero también podemos jugar a combinarlos con estupendos resultados.
Si no nos importa mancharnos las manos también hay bulbos que podemos plantar ahora para verlos florecer en verano y otoño, como el agapanto o el amarilis.
Algo especialmente recomendable si contamos con un jardín o una buena terraza. Sus cuidados No se deben mojar nunca las flores. El riego debe ser constante pero sin encharcar nunca la planta, es conveniente que tengan un buen drenaje. Y cuando termina su floración, no hay que tirarlos. Se pueden guardar, plantar en otoño y volver a disfrutar de sus flores. Para lograrlo hay que seguir regando durante mes o mes y medio una vez se haya secado la flor.
Luego se desentierran, se lavan, se les palica un fungicida para evitar hongos y se le pone a secar sin que reciba la luz del sol. Una vez secos se les retiran las las raíces, la tierra y los hijuelos que puedan haber salido y se guardan envueltos en papel de periódico en algún lugar bien seco y oscuro.