1410973411En el noreste salteño, 61 familias de diferentes comunidades wichí recibieron esa cantidad de viviendas, construídas por ellos junto a cooperativistas guaraníes.No se puede entender lo que significa ese cambio. Ni siquiera estando ahí, viéndolo. Pasar de tener un rancho de barro, de ramas, con plásticos en vez de ventanas o telas en lugar de puertas, a habitar una casa de material es algo difícil de explicar con palabras. Eso es lo que están viviendo por estos días 61 familias de las comunidades wichí de Pozo El Toro y Pozo La China, en el Impenetrable, al noreste de Salta y muy cerquita de la frontera con Bolivia y Paraguay. Los propios pobladores wichí de esos parajes, junto a cooperativistas guaraníes, levantaron las casas -que en una segunda etapa llegarán a ser 119-, dos playones deportivos y un pozo de agua.
Cuando el proyecto -que llevan adelante la Confederación Nacional de Cooperativas de Trabajo (CNCT) y el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación- estaba en marcha, la expectativa de los habitantes de esos parajes se mezclaba con la desconfianza de años y años de promesas incumplidas. Pasaron políticos de toda índole y por eso cuando se le preguntaba a los caciques si estaban contentos, ellos preferían el silencio y un gesto que quería decir algo así como “vamos a esperar”. O despacio y en voz baja, respondían: “Lo que hace falta acá es agua”.

Las casas que hace apenas unos días habitan -y eso de por sí ya es toda una experiencia para quien siempre vivió en un rancho- mejoran notablemente la calidad de vida, porque el frío y la lluvia es lo que más se sufre en estos pagos. Como así también la falta de agua. Tienen que recorrer kilómetros en esas comunidades para conseguir ese bien preciado que para la mayoría de los que lean esta nota simplemente brota al girar una canilla.

En camioneta y por caminos de tierra, polvo y más tierra, se tarda en llegar unas cuatro horas desde Tartagal. A la distancia y las complejidades del paisaje, se suma una marginación histórica hacia los pueblos originarios. “Tanto tiempo estuvimos olvidados. Nadie nos miraba. Estamos lejos, a veces no podemos traer alimentos y tenemos necesidades. No tenemos acceso a médicos, ni medios para movernos hasta Santa Victoria“, explica el cacique wichí David Pastor.

Y es así, todavía son muchas las deudas que el Estado tiene con estos pobladores, a quienes las obras que se están llevando a cabo en sus comunidades les modifican radicalmente la vida cotidiana.

“En El Toro ya está funcionando un pozo de agua. Y además de las viviendas es otra de las grandes novedades, porque antes la gente tenía que caminar tres kilómetros con tachos para poder bañarse o beber. Ahora estamos trabajando para que el agua llegue a cada vivienda, haciendo el extendido de la red. Muchos en esta zona consiguen el agua de alguna laguna cercana y hay épocas en las que llueve poco y es grande el miedo a quedarse sin agua”, relata Antonio Vázquez, presidente de la Federación de Cooperativas Guaraníes, quien nos recibió en Tartagal y nos llevó a conocer el Impenetrable hace tres meses. Hoy, contento por la finalización de la primera etapa de la obra, telefónicamente informa que todavía falta que el agua llegue a los parajes San Miguel y La Vertiente, donde también están previstos trabajos en ese sentido.

“Ahora la gente se siente más segura, confía más. Porque vieron que las casas son una realidad e incluso hay un compromiso para construir viviendas para otras familias, parejas recientes que también necesitan un hogar. Pero se ve que sigue el trabajo, y es es otro de los objetivos de este proyecto: dar vivienda pero también un beneficio laboral en una zona donde justamente no hay fuentes de trabajo”, apunta quien dirige una federación que está integrada por siete cooperativas de guaraníes y otras compuestas por wichís residentes en la zona y criollos venidos de Tartagal. “Es la primera vez que confían en las cooperativas de esta zona, que es una de las más sufridas del norte. Venimos desempeñándonos con ganas. El camino es difícil pero lo conocemos a la perfección”, apunta Luis Gareca, presidente de la Cooperativa guaraní TGN, quien también se refiere a la convivencia entre la comunidad wichí y guaraní: “Luchamos por el mismo reconocimiento y necesidad social y cultural. Exigimos los mismos derechos. Los guaraníes estamos más cercanos a los criollos, estamos más integrados. El wichí quiso conservar su idioma y le es más complejo comunicarse con los blancos”.

El hombre blanco, históricamente y teniendo en cuenta algunas excepciones, cuando llegó a las comunidades originarias no fue para sumarse a sus costumbres y creencias; mucho menos para respetar su cultura e idiosincracia. Por eso aunque suene rara la palabra “hombre blanco” en pleno siglo XXI, es lo que está muy presente al llegar a lugares como este, donde los más de quinientos años de opresión sobre estos pueblos son palpables.

Al respecto, Mirta Pulido, Directora Nacional de Gestión de Centros de Referencia, que depende del Ministerio de Desarrollo, hace hincapié en que la obras en estos parajes tienen que ver con una mirada integral que va más allá de la construcción de las casas: “La excusa era la vivienda pero en realidad lo que hacemos es tener vínculos con las comunidades y empezar a identificar sus necesidades, trabajar en conjunto. Por ejemplo detectamos que había familias que no tenían DNI, comenzamos a realizar acompañamiento en las escuelas de los niños y a articular con los municipios para conseguir profesores bilingües hasta llegar a armar cooperativas de trabajo y hacer la construcción de las viviendas”.

Este inédito proceso que se está llevando a cabo en el noreste salteño implica complejidades difíciles de abordar en profundidad en una nota pero que son palpables ni bien uno llega al lugar. No sólo es la convivencia entre wichís y guaraníes, dos pueblos acostumbrados a respetarse entre sí, sino también el arribo a las comunidades de los criollos, trabajadores que vienen de la ciudad y viven en un campamento montado especialmente, cuyo movimiento afecta a la cotidianeidad de un espacio donde suele reinar el silencio y la tranquilidad. Las costumbres de unos y otros, los diferentes ritmos de vida, todo se mezcla en una convivencia que ya lleva nueve meses, que se extenderá por unos cuantos más y que tiene escenas cotidianas repetidas y que no son de fácil resolución. Por ejemplo, como la falta de empleo es algo común entre las comunidades que habitan en el Impenetrable, todos los días se acercan hombres y jóvenes en busca de un puesto de trabajo. Son los caciques los encargados de recibirlos y transmitir su pedido a los encargados de la CNCT y el Ministerio de Desarrollo.

Además de las dificultades propias del terreno, los caminos -que cuando llueve se hacen intransitables- y el clima, se requiere de un fuerte compromiso humano para sortear las dificultades que se presentan a diario. En muchos de los hombres y mujeres que viven y habitan en estos parajes, eso percibe inmediatamente.

ALICIA Y CRISTINA

«Los cooperativistas de Tartagal nos están mostrando cuánto se puede hacer, además de construir las viviendas capacitaron a las personas de los parajes en la Vertiente, el Pozo de la China y San Miguel entre otros», expresó en la inauguración la ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, quien además agradeció la ayuda de la Fundación YPF para hacer posible la inauguración de “un pozo de agua con una profundidad de 216 metros”. “En La Pampa con 20 metros ya encontrás agua», apuntó la funcionaria, quien recibió una hamaca y un crucifijo de manos del cacique David Pastor, quien se mostró emocionado y agradecido porque “antes teníamos ranchitos”.

Por su parte, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien participó del acto a través de teleconferencia, sostuvo que «es un acto de reparación que estamos haciendo. Vamos cubriendo parte de esa deuda social. Tenemos la obligación de trabajar para que puedan vivir un poco mejor de lo que están viviendo. Estas 61 viviendas en el paraje del Toro, es una emoción. Lo están haciendo los cooperativistas que ahora, luego de capacitarse en Tartagal ahora los capacitan a ustedes».

Fuente: Publicado en el semanario Democracia