Convertida en uno de los atractivos más llamativos de San Telmo, la casa mínima es la casa más angosta de Buenos Aires con tal sólo dos metros y medio de ancho y una profundidad de 13 metros.
En 1960 la propiedad fue comprada por un anticuario y comenzó a circular una leyenda en torno a la historia de la casa que contaba que la casa mínima pertenecía a un esclavo del ex presidente de la Confederación Argentina Justo José de Urquiza que tras ser liberado al proclamarse la Ley de la Libertad de Vientres en 1813 durante las sesiones de la Asamblea del año XIII, Urquiza le habría otorgado un pequeño lugar en donde vivir y ese sería el origen de esta pequeña vivienda. Pero una investigación guiada por el ex director del Museo de la Ciudad, José María Peña, determinó que la casa mínima es el resultado de una sucesiva división del terreno inicial que contaba con 16 metros de frente y 17 de fondo. Es decir, la misma es en realidad, según la investigación, un espacio residual de las edificaciones de la manzana que quedó luego de sucesivas reformas de las mismas. Pero también existe la otra realidad: el tinte mitológico que le agrega el relato de la famosa «casa del liberto».
En cuanto a su arquitectura, tiene una fachada exterior lisa, con una pequeña entrada y una puerta pintada de verde atravesada por una cerradura de hierro. En la planta superior se asoma un pequeño balcón con barrotes verticales de hierro, desde donde se esconde una ventana de dos hojas simétricas y dos cortinas iguales pliegue a pliegue. Por sobre la cornisa, aparecen algunas plantas que dejan ver a los cimientos a través de los viejos y descascarados materiales.
Sea cierta o no la leyenda, la casa mínima es un buen disparador para recordar la historia esclavista de Buenos Aires.