Enamorarse de Brasilia es fácil, pero es un enamoramiento con la razón. Mientras más la entiendes más te fascina, porque Brasilia es una ciudad pensada desde sus orígenes, planificada hasta en sus defectos, pero magnífica en su realización. La capital de Brasil es el laboratorio de las conceptos modernos de arquitectura, un ejemplo real de lo que pudo ser una utopía.
l 4 de abril de 1955, el entonces candidato presidencial Juscelino Kubitschek, ofrece en su campaña electoral mudar la capital de Brasil, de Río de Janeiro al centro del país. Luego de ser electo como Presidente, convoca a un concurso para el diseño de la nueva ciudad principal. El 15 de marzo de 1957, Lucio Costa es vencedor con su propuesta para Brasilia. El 5 de agosto de 1958 se pavimentan las primeras calles y el 20 de abril de 1960 se inaugura la nueva capital federal de Brasil. Un día después, los tres poderes de la república toman posesión de los nuevos edificios simultáneamente. Sólo pasaron cinco años desde la promesa del candidato a la construcción del legado más importante que Juscelino Kubitschek les dejó a los brasileros y al mundo entero.
Brasilia es el mejor ejemplo de arquitectura moderna del mundo, pero también es el ejemplo de la determinación de un hombre en convertir su sueño en realidad. Siempre se reconoce el trabajo de Oscar Niemeyer, a veces el de Lucio Costa y el de Roberto Burle Marx, pero pocas veces se le da el crédito que merece al hombre que hizo Brasilia posible, Juscelino Kubitschek (JK).
No es posible visitar Brasilia sin pensar en la tarea titánica de fundar una ciudad, en el medio de la nada, que le arrebataría a Río de Janeiro la sede de la capital de Brasil. La voluntad política necesaria y el deseo real de realizar una obra de esta envergadura para el bien de todos, son realmente dignos de admiración.
Confieso que estoy fascinado con Brasilia, desde que la visité mi fascinación ha venido en aumento, cada vez que descubro algún detalle nuevo me maravillo más y más. Pero no es algo alocado, es casi racional este encanto. Porque si algo tiene Brasilia es la racionalidad de una ciudad pensada desde sus orígenes, planificada hasta en sus defectos, pero magnífica en su realización. Para comprender a Brasilia es necesario conocer los estamentos de la arquitectura y el urbanismo moderno. Allí se encuentran aplicados todos de una forma magistral. Es realmente una clase de arquitectura moderna para la humanidad. Y así como están sus aciertos, están sus errores. Errores muy comprensibles cuando nos damos cuenta que son sólo un poco mas de 50 años de aplicación los que tienen estas teorías modernas del urbanismo. Es injusto compararlas con las ciudades coloniales o menos aún con las europeas que llevan cientos de años formándose. Esta ciudad es la aplicación real de teorías intelectuales sobre cómo mejorar la vida de las personas, las que causaban revuelo hace medio siglo y muchas de las cuales se comprobó que no funcionaban. Pero la evolución es así, las cosas cambian y se adaptan a la forma de vida de los habitantes.
Brasilia ha evolucionado y el concepto de súper-cuadras con el que se diseñó la ciudad, mantiene su forma pero ha transformado su uso. Conceptualmente se proponían bloques urbanos en los que los habitantes tenían todo lo necesario para su vida diaria sin tener que trasladarse por la ciudad. Pero los humanos no funcionamos así, y los brasilianos se desplazan por la metrópoli para ir todos al mismo restaurante de moda al otro lado de la ciudad. La estructura se adapta a las necesidades de sus habitantes. Pero igual quedan los magníficos edificios basados en la “unidad de habitación de Marsella” de Le Corbusier. El modernismo en su máxima expresión, cuando se pensaba que todas las personas éramos iguales y teníamos las mismas necesidades.
Lo más impresionante a primera vista de Brasilia, son los edificios públicos, casi en su totalidad obra de Oscar Niemeyer. Son construcciones que quitan el aliento, escultóricas, con un dominio de los planos asombroso, de la tropicalidad, del juego de luz y sombra. En pocas palabras, lo mejor de la arquitectura moderna. Y para rematar están todas juntas en la misma ciudad. El Congreso Nacional, el Palacio de Planalto (sede del poder ejecutivo), el Palacio de Justicia, el Palacio de Itamaraty (sede de la cancillería), el Museo Nacional, la Catedral, el Palacio de la Alvorada (residencia presidencial) y el Monumento JK, son algunas de las más emblemáticas. Los jardines son casi todos obra de Roberto Burle Marx, pero no fueron completamente desarrollados porque la dictadura militar que siguió en el poder lo impidió. Por eso el paisajismo de la ciudad no se equipara con la arquitectura.
Algo igual de impactante es producto del urbanismo de Lucio Costa, las autopistas y vías de la ciudad fueron concebidas sin semáforos. La vida en la ciudad debía fluir sin detenerse, al igual que el tráfico vehicular y peatonal, por lo que un sistema de rampas y túneles a distintos niveles permite que no haya necesidad de frenar la circulación con algún semáforo. Sin embargo, hace pocos años se colocaron algunos porque la idea de una urbe que no se para por nada, es muy avanzada aun para nuestros días. Y los habitantes de la ciudad prefieren cruzar las avenidas por donde les es más fácil y no caminar hasta el pasadero o puente diseñado para tal fin. Otra vez la capital se vuelve a amoldar a las necesidades de sus habitantes.
La mejor explicación de Brasilia nos la dio nuestra guía, “lo que menos importa es si la ciudad funciona o no, porque de lo que no hay duda es que es espectacular”.