Incorporar el arte como constitutivo del espacio urbano es replantear la importancia de la ciudad con el medio ambiente, del habitante con su entorno y de la cultura como expresión de una identidad social. Significa integrar el arte al espacio colectivo del hombre urbano y permitirle el acceso social a las expresiones del arte que lo reafirman como sujeto de la búsqueda de una mejor calidad de vida.
Los realizadores de arte público muchas veces abordan lo público desde una posición netamente individualista, quieren mostrar su obra sin tener en cuenta el emplazamiento, su escala, su relación espacial con el entorno, con la gente que la ve.
Estas relaciones podríamos definirlas desde la arquitectura. Tanto en la arquitectura como en el arte público la obra se podría definir como la interacción entre tres conjuntos formados por la cuestión social, la cuestión artística y la cuestión técnica.
La cuestión social tomada como el hecho arquitectónico destinado a un comitente o usuario ideal, definido en una clase social, que vive de determinada manera.
La cuestión artística tomada como la resultante estética de las distintas variables planteadas en un proyecto.
La cuestión técnica, en íntima relación con la cuestión artística, que acercará soluciones a los problemas arquitectónicos sin dejar de tener en cuenta que lo morfológico tiene que ver con el material y el modo de uso.
La cuestión general de la obra en el espacio público mantiene estas tres cuestiones y la obra en sí estaría representada por la intersección de estos tres conjuntos donde el arte público debería responder a los mismos interrogantes planteados siempre en lo programático.
* A quién está destinada la obra y qué quiero decirle.
* Cómo traduzco este discurso en imagen visual.
* Qué material uso para lograrlo.
Ni más ni menos significa que debemos definir la obra de arte público como un todo donde deberían analizarse razones de escala con el entorno, recorridos visuales en relación con la circulación, en síntesis, la resolución de su emplazamiento a escala humana. Y no ser la humana solución que tome la obra como medio para desarrollar un discurso plástico solo como exteriorización de un virtuosismo a veces vacío de contenido.
Las obras de arte público, hasta las efímeras, deberían plantearse dentro de estas cuestiones programáticas.
La definición del espacio público tiene que ver con la propuesta artística de desarrollar un proyecto de arte para todos que no quede cautivo de un espacio público o privado cerrado.
Esta propuesta supone desarrollar espacios de creación donde el artista participe en la construcción de sentidos en forma colectiva, o sea, donde la propuesta provoque la dificultad de determinar con exactitud quién es el dueño de la producción cultural, dónde la propiedad del hecho cultural pase a ser compartida. Pero esto supone necesariamente una postura ideológica, un marco teórico de definición política como toma de partido conceptual y básicamente una propuesta social. La propuesta no crea solamente un objeto estético sino que propone la creación en el marco de un hecho colectivo de reflexión y de análisis.
El definir el espacio público para la creación nos permite replantearnos un marco perceptivo más profundo respecto de las condiciones que impone lo cotidiano. El hombre cada vez tiene menos oportunidades de participar de los ofrecimientos artísticos y es por ello que se debe sacar el arte a la calle. Revalorizar el arte público es enfrentarlo a la concentración de imágenes en manos de las propuestas de mercado que ocupan lo público con sus propagandas.
Las acciones de arte público se proponen alertar sobre las posibilidades de cambio que están en nuestras manos, a nuestra disposición y desde nuestra sensibilidad, sabiendo que no ofrecen respuesta inmediata a corto plazo pero son inevitablemente la construcción de nuevos caminos para llegar a determinados niveles de conciencia respecto a los procesos individuales y sociales.
Las acciones en el espacio público no se plantean como voz univoca representativa de una inexistente totalidad (ya que eso sería trabajar con el discurso globalizador) sino que pretende ser un eslabón en la cadena o agrupamiento en la construcción de una conciencia dialéctica, de un sujeto ético que crea y produce en el marco de un espacio de significación afectiva y colectiva.
Este espacio necesariamente debe apuntar a consolidar un proceso de identidad colectiva en el camino hacia una integración social como concepto de cultura. Lo colectivo no es una presentación numérica, es un criterio de construcción que nos diferenciará de una intervención artística de mirada individualista, de exhibición personal, ya que al acercarnos al espacio público desde una mirada humanista y social nos definirá dentro de lo público como realizadores de un arte destinado a la sociedad y formando parte de un proyecto de arte para todos.
Desde la enseñanza del arte somos partícipes de la idea de que el arte es construcción de conocimiento.
La organización del espacio urbano.
Con una economía globalizada y una población en crecimiento exponencial, nos encontramos ante uno de los conflictos más difíciles de solucionar por su dinamismo: la organización del espacio urbano y del espacio público en su relación con la organización social.
El espacio público siempre ha sido fundamental en la organización del espacio urbano.
Incorporar el arte como constitutivo del espacio urbano es replantear la importancia de la ciudad con el medio ambiente, del habitante con su entorno y de la cultura como expresión de una identidad social. Significa integrar el arte al espacio colectivo del hombre urbano y permitirle el acceso social a las expresiones del arte que lo reafirman como sujeto de la búsqueda de una mejor calidad de vida.
Es reconocerlo como responsable de la construcción y el cuidado de la ciudad que lo contiene, como habitante de un espacio urbano que enriquezca la comunicación y la memoria de los hombres que la construyen como identidad.
Extraído de ARTE, ESPACIO PÚBLICO Y POLITICA de Maria Cristina Terzaghi y Cristóbal Fernando Arrizurieta.
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