Exterior de imagen icónica e interior permeable en varias capas es la propuesta la arquitecta alemana Nora Graw para el área de Puerto Madero en Buenos Aires. El diseño tiene como objetivo crear un ambiente para la industria del cine donde se estratifiquen escenas del mundo real que provienen del cine convencional con el mundo abstracto creado en las películas animadas.
Trasladar esas premisas a una obra de arquitectura no resulta tarea sencilla, tal como queda demostrado en el resultado obtenido. El diseño merodea la búsqueda de una identidad univoca y referencial y se desvanece en un cliché efectista de líneas dinámicas y espacios inasibles que no hacen más que disolver las buenas intenciones que le dieron origen.
El volumen del edificio propuesto respeta las condiciones del entorno. Su figura representa un continuo con la serie de edificios reciclados de la ex zona portuaria, preservando la buena escala del paseo a orillas del dique. Este respeto por el contexto va en desmedro de la intención icónica pretendida para un edificio que tampoco lo es por el programa que aloja: salas de cine y oficinas para pequeñas empresas de la industria cinematográfica.
La singularidad del diseño destaca su identidad contemporánea entre las pesadas estructuras de los edificios aledaños. La conformación etérea de la malla estructural exterior permite descubrir entre líneas las formas compactas de los volúmenes interiores, instaurando una superposición de imágenes y sombras entre el plano perforado y los cuerpos ubicados por detrás.
El gesto del edificio en una de las esquinas y las conducentes formas del solado externo promueven un efecto de absorber al visitante hacia el interior. La pequeña plaza así creada, propone un espacio de transición exacto que articula y hace fluido el paso desde el paseo público hacia el hall interno.
En el interior, el edificio ofrece realidades opuestas a los claros conceptos vertidos en la conformación exterior. Las formas dinámicas sugeridas en los volúmenes de las salas otorgan al interior una gran fluidez circulatoria, dinámica de uso e independencia funcional. Pero ineludiblemente, todo exceso en el diseño conduce al caos, y el interior del Mimic films transita ese camino.
La innecesaria profusión de líneas ondulantes resulta intimidatoria y conducente al caos. El diseño pone en escena un catálogo de espacios deshumanizados que propician el rechazo. El interior así concebido extingue las buenas intenciones plasmadas en la idea conceptual, instala la noción de arquitectura enmarañada en un capricho decorativo inconducente.
Las capas que pretenden revelar distintas calidades de superficies y proponer la organización del espacio interior toman el rol protagónico del sitio, y su imagen distintiva no hace más que ensombrecer una idea que a priori parece suficientemente fundada como para no necesitar de ellas. En ciertas ocasiones, pasar los límites necesarios de diseño es tan contraproducente como su ausencia.
Por Marcelo Gardinetti
Fuente: tecnne.com
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