El calor y el uso sin pausa del aire acondicionado para mitigarlo pusieron otra vez en evidencia en el arranque del año la precariedad del sistema eléctrico. Al apagón navideño, se sumaron problemas en la Costa y también en Capital.

Más allá de la versión oficial esgrimida por el ministro de Planificación, Julio De Vido, que habló de un sabotaje y acusó a actores interesados de «bajar la palanca» para afectar políticamente al Gobierno, el mega apagón que el 7 de noviembre pasado dejó sin luz a millones de personas en Capital Federal -por la caída de varias líneas de media y alta tensión de Edesur y una de Edenor-, puso de manifiesto una vez más la precariedad del sistema eléctrico en el área metropolitana. Es que, si bien entre las 18.03 y las 18.09 de ese miércoles fatídico se desengancharon, casi en simultáneo, seis líneas de 220 y 132 kilovolt (Kv), el parque debería estar preparado para cubrir, a través de los relés de subfrecuencia (dispositivos electrónicos para mantener la frecuencia del sistema), cualquier baja sensible por medio de reservas rotantes en un lapso de 15 minutos.

Eso no sucedió y la Ciudad permaneció a oscuras por más de cinco horas.

Un mes y medio más tarde, el tendido eléctrico envió otra señal de debilidad. El 24 de diciembre, en vísperas de Navidad y con la térmica superando los 45 grados en Buenos Aires y los principales centros urbanos, los cortes de luz afectaron a miles de usuarios de Coghlan, Caballito y Flores, y en zonas del conurbano como Villa Martelli, Florida, Haedo, Hurlingham, Escobar, Vicente López y Pilar. En algunos casos, la interrupción del servicio se prolongó por más de 60 horas.


«Son ejemplos incontrastables que dan cuenta de que las redes de distribución atraviesan una etapa delicada por falta de inversiones», indica Enrique Devoto, ex secretario de Energía. «Está claro que a raíz del congelamiento tarifario en el área metropolitana, en el verano habrá que acostumbrarse a los cortes frecuentes de electricidad», advierte. En los últimos días, de hecho, con picos que superaron los 37° de térmica, muchas zonas de la Ciudad volvieron a quedarse sin luz.

Los ingresos de Edenor y Edesur en materia de facturación sólo crecieron un 62% desde 2003, mientras que los costos operativos crecieron de la mano de la inflación por encima del 400 %.

Al endeble sistema en Capital Federal, el paso de Papa Noel sumó una novedad poco feliz: la fragilidad de las redes en la Costa Atlántica, materializada por múltiples cortes en Mar del Plata y Pinamar, pobladas por cientos de turistas que tuvieron un infructuoso inicio de vacaciones. Tanto en los balnearios como en el ámbito porteño, los cortes de Nochebuena se acentuaron por la combinación de dos factores, explican desde Edenor, la mayor distribuidora de la Argentina (atiende a más de 2,7 millones de usuarios). A saber: el alto consumo por las altas temperaturas y la lluvia, que demoró el restablecimiento del servicio.

«La Costa será una zona crítica a lo largo del verano. Se instalaron algunos equipos para reforzar el sistema, pero puede haber problemas durante los picos de demanda», advierte Devoto.
Como resultado del fuerte crecimiento del PBI en la última década, el consumo eléctrico se elevó un 80% desde 2002 a 2011, según datos de Fundelec. Pero la oferta eléctrica no acompañó esa expansión. Y menos aún, el sistema de distribución, que adeuda millonarias inversiones en mantenimiento.

Frente a la escasa propensión a invertir de los privados como corolario de la pesificación de los precios y tarifas eléctricas en 2002, la responsabilidad de ampliar el parque de generación de energía recayó sobre el Estado. «Se hicieron un par de centrales termoeléctricas pero no las suficientes para correr al mismo ritmo que la demanda. Por eso, hoy el parque funciona casi sin reservas de potencia», cuestiona Francisco Mezzadri, ex presidente de la norteamericana CMS y actual consultor eléctrico.

La capacidad instalada del parque de generación ronda los 31.060 megawatt (Mw). Sin embargo, debido a la falta de mantenimiento de las máquinas térmicas de mayor antigüedad, un 30,3% de esa potencia no está operando por problemas técnicos, según números de Cammesa. «La indisponibilidad superó, en algunos meses de 2012, los 9.000 Mw. La oferta eléctrica alcanza con lo justo para cubrir la demanda», explican desde la compañía administradora, gerenciada desde mayo pasado por Juan Manuel Abud, uno de los laderos de Axel Kicillof.

«Lo óptimo sería que el sistema funcione con una reserva equivalente al 20% de ese consumo, para poder reemplazar cualquier baja de generación. Pero hoy, el parque trabaja al límite», señala Mezzadri.

De hecho, el Gobierno está terminando de definir detalles técnicos y administrativos de una inminente asistencia financiera por $ 300 millones a Central Costanera, la mayor usina eléctrica del país -controlada por la multinacional Endesa-, de cara a recomponer el estado de la central, que hoy genera sólo un 52% de su capacidad por la indisponibilidad (rotura) de seis unidades de turbovapor.
Aún así, más allá del cuello de botella cada vez más pronunciado que existe en el área de generación, los ojos del sector se posan sobre la distribución.

Los ingresos por facturación de Edenor y Edesur -que representan un 40% del negocio de distribución, con un universo conjunto de más cinco millones de usuarios- rondaron el año pasado los $ 2400 millones cada una. Las empresas destinaron cerca de un 35% de esa cantidad a la compra de energía a Cammesa, que luego venden a través de la redes. Con los $ 1500/1600 restantes, solventaron los gastos operativos del sistema, el mantenimiento del tendido de las líneas, la adquisición de insumos y la creciente carga salarial, entre otros ítems.

Se espera que los $ 500 millones anuales que recaudará cada distribuidora a partir de los incrementos tarifarios ($ 1000 millones en total), oxigenen, aunque sea en parte, la deteriorada caja de las empresas.

El dinero se utilizará para solventar la construcción de 10 subestaciones transformadoras en el sur del Conurbano (Esteban Echeverría, Quilmes y Florencio Varela, entre otras), cuatro subestaciones en el sur de Capital Federal (Barracas, La Boca y Floresta), y la estación transformadora Schmidt, con 11 ampliaciones de subestaciones que beneficiarán a Morón, La Matanza, Pilar, Munro y San Miguel.
Fuente:

El Cronista