Algunos de los primeros cementerios fueron construidos debajo de parques y plazas. Las “ciudades de muertos” tienen una historia que empezó con la colonia y una república incipiente. Unos para católicos, otros para disidentes, llegaron a colapsar en épocas de epidemias.

Por debajo de las numerosas capas asfálticas porteñas es posible encontrar algo más que los adoquines de cuando las calles eran fatigadas por bamboleantes carros.

Otro gran secreto subterráneo son unos 40 cementerios que recorren la historia de la gran aldea colonial y la joven república. Uno, por ejemplo, es el Cementerio del Sur, que está bajo el Parque Ameghino, en Parque Patricios: colapsó por la cantidad de víctimas de la epidemia de fiebre amarilla de 1871.

Mucho más antiguo aún es el que había en la Iglesia de San Miguel, construida en 1727 en la esquina de Tacuarí e Independencia y luego trasladada a Mitre y Suipacha. En el camposanto -donde hoy se levanta la plaza Roberto Arlt- eran enterrados los pobres y los condenados a muerte.

Hacia el 1600, los habitantes de la pequeña aldea que era Buenos Aires eran enterrados dentro de las iglesias y después, a medida que aumentaba la población y los fallecidos, se abrieron camposantos anexos a las iglesias. Adentro de los templos quedaron los cadáveres de ricos y afuera, en los camposantos, enterraron a los pobres, los esclavos y los delincuentes. Una impugnación de aquella sentencia que dice que la muerte iguala.

Recién en los albores del siglo XIX, Buenos Aires levantó los primeros cementerios, uno para católicos y otro para disidentes.

El de la Recoleta, inaugurado en 1822, ocupó el predio expropiado por Bernardino Rivadavia a los monjes recoletos, una orden religiosa, que tenían ahí su camposanto, su huerta y sus jardines. Rápidamente se convirtió en morada final de los poderosos.

En los cementerios de "disidentes" descansaban quienes no profesaban la religión católica. El primero, Del Socorro, estaba en Juncal y Suipacha y ahí eran enterrados norteamericanos y alemanes. En el Victoria, que estaba en la actual plaza Primero de Mayo, en el barrio de Balvanera, se sepultó a los británicos que compartieron la última morada con los primeros muertos reconocidamente judíos de Buenos Aires. Para inicios del 1900, estos últimos fueron trasladados hacia la primera necrópolis judía, en Avellaneda.

Fueron las epidemias de cólera (1867) y de fiebre amarilla (1871) las que obligaron a construir cementerios alejados del centro. Es el caso del "cementerio provisorio por epidemia de cólera", bajo la plaza España, en Barracas, y el ya mencionado Del Sur, donde está hoy el Parque Ameghino, en Parque de los Patricios. Por las mismas razones se inauguró el primer cementerio de la Chacarita, en la actual plaza Los Andes hasta su traslado definitivo en 1871, a la esquina de Jorge Newbery y Guzmán.

De estilo románico, gótico, imitaciones de la arquitectura egipcia o medieval, son en la actualidad visita obligada para turistas y estudiantes de arquitectura. Y morada de los personajes más famosos de nuestra historia, con sus esculturas e imponentes mausoleos. 

Fuente: DiarioZ