La Justicia hizo caso al pedido de los vecinos del barrio de Palermo y prohibió al gobierno de la Ciudad la pavimentación de las calles con adoquines. Además, le obliga a informar, en cinco días, sobre las medidas para conservar los adoquines ya extraídos en la calle Nicaragua entre Aráoz y Armenia, así como el lugar en el que serán depositados.
La jueza Cecilia Mónica Lourido hizo lugar, de manera parcial, al pedido de una medida cautelar interpuesta por vecinos del barrio de Palermo y la Comuna 14, con el acompañamiento de la Unidad Especial de Patrimonio Histórico Urbano de la Defensoría General de la Ciudad.
Entre los argumentos del pedido, los vecinos y la Defensoría General sostienen que las obras violan lo dispuesto en la ley 65, que obliga al gobierno de la ciudad a mantener y reparar las calles con empedrado o adoquinado con materiales originales. Además de razones históricas, aducen intereses ambientales: el adoquinado permitiría, según ellos, una mejor absorción del agua de lluvia.
El 30 de abril, la misma jueza ya había emitido una orden precautelar para impedir que se continúe con la extracción de adoquines en Nicaragua entre Aráoz y Armenia.
La decisión se había originado en un pedido de los vecinos, quienes le presentaron un petitorio con 474 firmas y una declaración de la Comuna 14 que afirmaba que la obra afectaba el patrimonio histórico de la zona.
La organización defensora del patrimonio urbanístico dice que se pierde la identidad del más colonial de los barrios.
El conflicto se debió a la elevación de la calzada y a los materiales con los que se quiere pavimentar. “El pórfido patagónico no corresponde. Es una estética de country. Creo que es un modelo frívolo de interpretación sobre lo que se pretende que era lo colonial, y a que hay una promoción de la industria. Una empresa muy importante que tiene que ver con los proveedores del Gobierno de la Ciudad. No pretendemos que sea original como en la colonia, pero tampoco kitsch”, dice Blanco. “Se monta sobre una base de hormigón, es un revestimiento. Los adoquines van sobre un contrapiso de piedra y arena. Después se hacen las juntas con arena y cal. Esto resistió más de cien años.”
El texto Por qué defender las veredas y adoquines de San Telmo, de la arquitecta María Sola, en la página de Basta de demoler, se pregunta: “¿Es incompatible la accesibilidad para personas con movilidad restringida con la conservación de pavimentos históricos? No. El tema se resuelve con rampas y solados removibles. La madera es un material excelente para estos fines”. El arquitecto Norberto Chávez señala más peligros: “Incremento del flujo de paseantes atraídos por la oferta escenográfica; subida inmediata de los valores inmobiliarios; expulsión de vecinos por los nuevos alquileres o por venta de sus propiedades sobrevaluadas; ingreso de empresas comerciales con capacidad financiera atraídas por el lujo; consiguiente recambio sociocultural del barrio; sustitución del comercio tradicional por el comercio de curiosidades y productos de ocio; decoración caricaturesca del barrio como parque temático; nuevo incremento de personas ajenas al barrio, no identificadas con él; predominio de comportamientos descomprometidos, masificados; bullicio nocturno; creciente suciedad que excede las capacidades de los servicios de limpieza y muerte del barrio”.
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