Para muchos argentinos, la compra de un departamento se transformó en la forma de asegurarse una jubilación, inversión aparentemente más segura y confiable que el dólar u otras monedas. El 70 % de las escrituras corresponde a inversiones y el resto a compradores “genuinos”.
El porcentaje de argentinos que compran propiedades, no para habitarlas sino como inversión financiera, viene escalando desde hace un tiempo y ha alcanzado uno de los registros más altos de la historia.
Las propiedades estarían convirtiéndose en lo que podría llamarse el verdadero sistema bancario argentino, ya que canaliza el destino de la mayoría de los ahorros de la sociedad.
Ricardo Theller, investigador de la UADE, estima que un 70% de las escrituras tienen como protagonistas a inversores, contra apenas un 30% de compradores «genuinos». Y agrega que esa proporción se ha exacerbado en los últimos años, lubricada por el ingreso de divisas que reciben quienes se desempeñan en el sector rural y se benefician con los altos precios de la soja y el de otras materias primas que se venden al mundo.
«Es la peor relación histórica en años», afirma, por su parte, Néstor Kreimer, desarrollador inmobiliario, quien recomienda detenerse a observar «cuántas ventanas en los nuevos edificios de Puerto Madero tienen las luces apagadas en forma permanente».
Su diagnóstico es contundente: «Hay una fuga estructural de capitales, y la soja está en el podio de la salida de dólares. El país tiene un sojaducto por el que entra esa materia prima y salen ladrillos, utilizados como refugio de valor».
Pero no sólo del campo provienen los compradores. También del sector empresarial y de gente de la city porteña que logró hacerse de fuertes ganancias a lo largo de estos últimos años. Los primeros, gracias al boom de consumo que disparó sus ventas. Los segundos gracias al repunte de acciones y bonos, por el cual han llegado a duplicar y hasta triplicar el dinero inicial invertido. Luego, obtenido ese beneficio, el capital generado encontró otro destino.
«El dólar pasó a ser reemplazado por el metro cuadrado como moneda de reserva. Y los desarrolladores inmobiliarios se han transformado en los nuevos banqueros«, opina Domingo Speranza, socio director de la inmobiliaria Binswanger-Giménez Zapiola.
Para este directivo «los argentinos ahorran en metros cuadrados; porque le tienen más confianza a esos metros que a la moneda en sí que, además, resulta más riesgoso guardarla».
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