«. .. como lo enseñaba mi viejo y querido maestro Louis Sullivan,un «pedante» es un hombre educado mucho más allá de su propia capacidad .. 

Frank Lloyd Wright

Primera Velada de conferencia a los estudiantes británicos 

Siempre me ha parecido que los arquitectos padecen muchas desgracias y también muchas gracias. Creo que entre las gracias está haber tenido a Frank Lloyd Wright como maestro.

No me caben dudas sobre la cantidad de seguidores que este buen hombre ha tenido, pero creo que en la mayoría de los casos, estamos en presencia de seguidores de planos, o de diseños y no de sus palabras.

He aquí 14 consejos destinados a los jóvenes que se ocupan de la arquitectura, que probablemente también puedan ser aprovechados por los que no se ocupan de la arquitectura y aún por los que no son tan jóvenes:

1

Olvidar las arquitecturas del mundo, excepto como algo bueno en su lugar y su tiempo.

2

Ninguno de ustedes tome a la arquitectura como medio de vida, a menos que la ame como principio en acción, por ella misma, dispuesto a serle tan fiel como lo es a su madre, a su camarada o a sí mismo.

 3

Cuidarse de la escuela arquitectónica, excepto como exponente de la ingeniería.

 4

Entrar en el campo donde puedan ver en acción a las máquinas y métodos que levantan los edificios modernos, o permanecer en la construcción directa y simple hasta que puedan llegar naturalmente al diseño del edificio por la naturaleza de la construcción.

5

Acostumbrarse a pensar inmediatamente en el «por qué» respecto de cualquier efecto que les agrade o desagrade.

6

No dar por sentado que algo es hermoso o feo, sin desmenuzar todo el edificio, estudiando cada detalle. Aprender a distinguir lo curioso de lo bello.

 7

Acostumbrarse al análisis. Con el tiempo, el análisis permitirá que la síntesis se convierta en su hábito mental.

 8

«Pensar en sencillos», como acostumbraba a decir mi viejo maestro, significando que se debe reducir el todo a sus partes, en los términos más simples, volviendo a los primeros principios, háganlo en orden, de lo general a lo particular, y nunca los confundan, sino quieren que ellos los confundan a ustedes.

9

Eviten como un veneno la idea norteamericana del «cambio rápido». Entrar en la práctica sin madurez, es vender su derecho de nacimiento como arquitecto, a cambio de un mendrugo, o morir simulando ser un arquitecto,

10

Tomen tiempo para prepararse. Diez años de preparación para los preliminares de la práctica arquitectónica son pocos para cualquier arquitecto que quiera levantarse «por encima de la mediocridad» en verdadera práctica o apreciación arquitectónica.

 11

Aléjense lo más posible de sus ciudades para construir vuestros primeros edificios. El médico puede enterrar sus errores… pero el arquitecto sólo puede aconsejarle al cliente que plante enredaderas.

 12

Consideren tan deseable construir un gallinero como una catedral. La dimensión del proyecto significa poco en arte, por encima de la cuestión monetaria. Lo que en realidad vale es la calidad del carácter. El carácter puede ser grande en lo pequeño, o pequeño en lo grande.

 13

No entren en ninguna competencia arquitectónica en ninguna circunstancia, excepto como novicios. Ninguna competencia le dio al mundo algo de valor en arquitectura. El mismo jurado es una selección de mediocridades. Lo primero que hace el jurado es revisar los diseños y descartar los mejores y los peores para, como mediocridad, poder juzgar las mediocridades. El resultado neto de todo concurso es una mediocridad por elección de mediocridades.

 14

Cuídense de los negociantes de planos. El hombre que no los mantenga en la búsqueda de ideas para él, resultará un mal cliente.

Es desagradable comercializar todo en la vida, sólo porque esta generación está moldeada en la edad de la máquina. Por ejemplo, la arquitectura se pasea ahora por la calle como una prostituta, porque el «conseguir trabajo» se ha convertido en el primer principio de la arquitectura. En la arquitectura, el trabajo debe encontrar al hombre, y no el hombre al trabajo. En arte, el trabajo y el hombre son compañeros; ninguno puede ser vendido o comprado al otro. Mientras tanto, teniendo en cuenta que esto a lo que nos hemos referido es una especie más elevada y fina de integridad, mantengan su propio ideal de honestidad tan alto, que su mayor ambición en la vida sea poder llamarse hombres honestos, y poder mirarse a la cara. Mantengan su ideal de honestidad tan alto como para no poder estar nunca completamente en condiciones de alcanzarlo.

Respeten la obra maestra: es la verdadera reverencia al hombre. Ahora no hay una cualidad tan grande, una cualidad tan necesaria.

Fuente: Frank Lloyd Wright «El Futuro de la Arquitectura » Editorial Poseidón.

Por Daniel Enrique Butlow (*)

(*) Abogado y Profesor titular honorario de arquitectura e ingeniería legal.

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