Un proyecto muy particular designado al arquiteco Antonio Arjona Torres, en el cual debía construír dos viviendas unifamiliares en un espacio triangular. Situado en la confluencia de dos calles, a pocos centenares de metros del centro cívico de Las Matas, cerca de Madrid. Esto determina inevitablemente la condición más comprometida, además de la solución compositiva.
El ruido vial, el contexto típicamente suburbano, el alcance implícitamente público adquirido, se convierten en hipótesis iniciales que desarrollan una aptitud ambivalente entre una voluntad expansiva y participativa del exterior y la condición sine qua non de protección y cierre.
Si la casa es el lugar del confort y de la seguridad y se desarrolla mediante un sistema centrípeto y autoreferencial, el arquetipo de la casa refugio se sustituye, en un ideal de modernidad, con el objeto de cristal irreversiblemente centrífugo. Este binomio entre extroversión e introversión se convierte en el motor generador de la composición del edificio, y se traduce en una llamada continua a una arquitectura, por una parte, tectónica y por la otra, claramente más ligera y abierta.
El conjunto de los dos edificios, con un cierto grado de complementariedad, se organiza sobre el terreno con la misma forma del solar, acentuando su carácter principal: el vértice del triángulo, actuando de rompeolas, se convierte en el elemento caracterizador del mismo y, mediante un proceso de articulación y descomposición de sus partes, se convierte en el punto de salida de un crescendo que determina cierto dinamismo en el perfil del edificio.
El intento es evidente: la búsqueda de intimidad y de cierre hacia el exterior, llevada a cabo mediante una instalación que insinúa una espiral, se contrapone a las continuas fracturas a las que están sometidas los muros que constituyen la envoltura de los mismos. Cada uno de los ambientes interiores busca su continuidad en el exterior y el territorio delimitado se abre al exterior en múltiples direcciones. Pero el espacio fluido no es sólo un mecanismo proyectivo: precisamente a través de la percepción de lo que está fuera, se sienten las calidades protectoras de la casa. El habitante participa pasivamente del entorno que lo circunda y, al mismo tiempo, se siente protegido por este, convirtiéndose en un protagonista dominante sobre el entorno mismo.
El proyecto se transforma así en una sucesión de estrategias que permiten desarrollar esta doble aptitud, mezclando una construcción ligera de acero, cristal y madera con una más estática de ladrillos y cemento. La relación interior-exterior condiciona la distribución de las diferentes partes y acentúa el papel particular de cada una de ella. El volumen con un doble techo metálico, por ejemplo, funciona como observatorio real. Se trata de una cabina-dormitorio protegida con bandas de madera oscura que, al impedir la vista desde el exterior además de la entrada del sol, proporcionan una amplia perspectiva del lugar.
De este modo los cortes horizontales sobre la fachada de ladrillos blancos, que aparecen como pequeñas grietas desde el exterior, son en realidad, en el interior, grandes ventanas: el filtro permite la protección contribuyendo al carácter privado de la casa y permitiendo al mismo tiempo el control sobre el exterior. En otras partes de la misma es el empleo de parasoles, de cristales translúcidos o de planos como pantallas, lo que permite esta doble estratagema.