Además de brindar la posibilidad de comunicarnos, el dibujo a mano alzada, nos permite aprender a ver. Aprender a ver nos sensibiliza con el mundo que nos rodea, nos posibilita comprenderlo, interpretarlo y dejarlo entrar en nuestro interior; y a partir de ese momento generar imágenes que permanecerán en nuestra memoria y que formarán parte de nosotros.
Dibujar es interpretar y pensar lo que vemos, y en este proceso vamos profundizando y comprendiendo lentamente los objetos que forman nuestro entorno, la incidencia de la luz y la distancia que nos separa de ellos, para que esto suceda, dibujar implica contemplar el mundo. La contemplación no puede ser realizada de forma rápida o superficial, sino que requiere del análisis y la reflexión sobre el objeto que estamos dibujando; además, la contemplación no es una mirada dispersa o pasiva, expuesta a la acumulación de imágenes sino que implica preguntarse los porqués de las cosas que miramos, intentando reconstruir el proceso que las generó, comprenderlas, hacerlas nuestras y posteriormente convertirlas en pensamiento.
Otra propiedad que nos permite el ejercicio del dibujo es aprender a pensar. En este caso, pensar es establecer un dialogo con nosotros mismos buscando la evolución y la maduración de las ideas a través de un croquis, que no es otra cosa que una idea desarrollada gráficamente. Este croquis trazado sobre un papel, nos permite sacar afuera lo que podría ser un posible edificio y poder observarlo desde el exterior para exponerlo a la critica y así modificarlo, mejorarlo o rechazarlo para luego reemplazarlo por un segundo croquis superador, en el que se pueda constatar que nuestro pensamiento y nuestras intenciones están circulando hacia la dirección que realmente nos interesa.
Gracias a esta manera crítica de abordar nuestro trabajo, podemos conectarnos con nuestros propios pensamientos y permitirnos lograr su evolución, que va a estar íntimamente vinculada a nuestras posibilidades de dibujar, por esta razón es tan importante saber expresarse fluidamente a través del dibujo.
Dibujos.
El dibujo para mí es trascendente, no sólo en nuestra vida profesional sino también en el período formativo del profesional.
Sé que hay quien considera que el dibujo no es ni debe ser considerado importante. Sé muy bien que el dibujo para el arquitecto es un medio y no un fin, y que un excesivo preciosismo y habilidad en el dibujo son contraproducentes.
Un arquitecto debe tener aunque más no sea una pequeña dosis d artista plástico y para él dibujar tiene que ser fuerte goce y no castigo. Es dibujando sobre nuestra mesa y sobre todo cuando se lo hace a mano alzada donde se pasan los mejores momentos de nuestra vida. Por otra parte, el hecho de plasmar una idea rápidamente en un croquis permite la aparición de nuevas ideas. No concibo una persona que pueda elaborar de forma simultánea tres o cuatro ideas opuestas en su mente, sin previamente desprenderse de ellas plasmándolas en un croquis.
El dibujo, según Füller, es una prolongación de la mente a través de nuestro lápiz, lo que significa una profunda relación entre nuestro modo de pensar y sentir y nuestro modo de dibujar. Hay algo de grafología entre el dibujo y el carácter de un arquitecto; al respecto es interesante comparar los dibujos de Frank Lloyd Wright, Le Corbusier, Mies Van der Rohe y Alvar Aalto.
Precisión.
El dibujo debe tener calidad y ser preciso. En estos términos sintetizo mis ideas sobre la enseñanza.
¿Por qué un dibujo debe ser preciso? Porque representa cosas que tienen medidas, que tienen principio y fin, en una palabra, porque representa cosas que son precisas: una columna, una silla, un escalón, etcétera, y por lo tanto su correlativo, el dibujo debe igualmente ser preciso. Además las ideas en la mente son imprecisas y al dibujarlas obligamos a la mente a precisarlas. Lo ambiguo es inadmisible.
Calidad.
Por otra parte, si nuestra pretensión es crear obras de arte, estas no se conciben sin calidad y por lo tanto el dibujo que es parte de nuestra obra debe igualmente tener calidad, ya que no se puede admitir la persona escindida, que haga obras de calidad y las represente en forma confusa y desagradable.
Este breve párrafo fue extraído del libro: Charla a principiantes, del arquitecto argentino Eduardo Sacriste (Buenos Aires 1905 – 1999), también podemos destacar que fue editado por primera vez en 1961, y aún hoy se sigue editando.
¿Y uds qué opinan al respecto?
Fuente: Universidad de Morón