La obra arquitectónica es el lugar donde la historia y la métrica de la materialidad conforman el hecho del espacio arquitectónico, del lenguaje y de las relaciones de poder manifestado en las características mismas de las obras reconocibles y paradigmáticas de la arquitectura. Una obra puede ser leída como un libro, pueden verse las huellas digitales de la creación sobre sus muros, sobre los sólidos y también sobre su propio vacío.

Las escuelas de arquitectura, los estudios, los talleres y la praxis del proyecto arquitectónico han desarrollado la disciplina, sea esta la de la enseñanza como así también la de la obra propiamente dicha, siempre dentro de un marco estructural, constituido  por las leyes de la propia arquitectura. Es decir, los estamentos visibles y de aplicación en la composición de una obra, donde la historia y la métrica de la materialidad conforman el hecho del espacio arquitectónico, del lenguaje y de las relaciones de poder manifestado en las características mismas de las obras reconocibles y paradigmáticas de la arquitectura.

Todo se lee como un gran libro. Una obra puede ser leída como un libro, pueden verse las huellas digitales de la creación sobre sus muros, sobre los sólidos y también sobre su propio vacío. Se puede reconocer la magnificencia del poder romano, recorriendo Roma y buena parte de Europa, la belleza consagrada del Partenón, el poder imperial de la arquitectura monumental del fascismo italiano, pero también puede reconocerse la pureza minimalista y a-estilística de la obra de Le Corbusier. Al igual que la mayoría de las disciplinas que los hombres usan para sostener y crear su cultura, la arquitectura está también impregnada por el cruce de relaciones, visibles e invisibles, que hacen a su creación, en un momento determinado, el fruto posible y resultante  dentro de la mega estructura cultural de su contexto.

Pero ¿qué sucede cuando el arquitecto enfrenta el vacío? ¿De qué fuente  abreva el salto creativo? Si pudiéramos decir, por ejemplo, que la arquitectura está desarrollándose sobre un línea recta, si sobre esa línea, se determina un segmento, con un primer punto 0, a partir del cual, en una escala cualquiera, se avanza (por ejemplo) hacia la derecha con números positivos y hacia la izquierda con números negativos, siendo los números positivos, todo el conocimiento dado a través de la historia de la arquitectura, todo lo construido y conocido, todo lo visible y textualizado, todas la teorías, los manifiestos y lo que el mundo conocido entiende por arquitectura. ¿Qué son los números negativos en esta imaginaria recta histórica…?

Justamente, esa es la pregunta que nos haremos en este texto. ¿Serán los fundamentos no escritos del salto creativo, serán los pasos intrapsíquicos en palabras de Vigotsky, los que alimentan el sentido de la construcción mental de los arquitectos? ¿Y qué rol juegan estos números negativos? ¿Será la intertextualidad, de lo fáctico y lo proyectual, lo que nos impulsa hacia la prefiguración y finalmente al desarrollo de una idea?

El lenguaje es nuestra manera de decir, con palabras, con música, con arte y también con arquitectura. Es un colectivo que ha partido desde un lugar en el tiempo y el espacio y se ha diseminado por la historia de la humanidad. La traza de las generaciones, la superposición de las capas de la cultura. Nos traído hasta aquí y se ha sedimentado en la macroestructura donde la intertextualidad, en todo sentido. Nos construye día a día. Si pudiésemos dibujar lo invisible, lo haríamos seguramente, pero como su virtud es justamente ser invisible, el sentido de la creación arquitectónica puede ser sondeado desde la superficie visible, a través de los pasillos de la memoria, en esa gran casa que somos cada uno de nosotros. La emoción, los sentidos, el amor, el fuego, la procreación de la especie, por estas calles discurriremos, en busca de los números negativos de la línea.


*Por el Arquitecto Víctor Gallardo.