El arquitecto Imre Makovecz, maestro de la arquitectura orgánica, demostró en sus obras que con la madera se hace arquitectura. La contundencia de su obra impacta y más aun la reflexión teórica que se esconde detrás de ella. Sus espacios simbólicos tienen estrecha relación con las formas humanas. Incluye elementos arcaicos y, al mismo tiempo, ecológicamente modernos.

Claro que no tenemos dudas de que con la madera se hace arquitectura, pero casos como el del arquitecto Imre Makovecz tienen la contundencia de la obra construida y más aun de la reflexión teórica que se esconde detrás de ella.

El arquitecto Imre Makovecz, maestro de la arquitectura orgánica, falleció en su natal Hungría a los 76 años.

Nacido en Budapest en 1935, Makovecz defendió la teoría de que:

 

“Los edificios deben ser construidos como si crecieran de la tierra, uniéndose al paisaje”.

 

El pabellón húngaro construido para la exposición Universal de Sevilla 1992 es considerado una de las obras cumbres de Makovecz.

El Pabellón de Hungría es una de las joyas heredadas de Expo´92 que sorprende al pasear por la Cartuja.

Construido en principio como edificio efímero logró permanecer tras la muestra debido a su enorme belleza.

Está construido en madera y revestido de pizarra asemejó su aspecto exterior a una iglesia rural húngara en la que se alzan siete torres con campanas de bronce que tocan cada hora.

Su interior está dividido en dos sectores perfectamente diferenciados: El oeste donde todavía se conserva el roble traído de las riberas del río Danubio, cuyas raíces pueden verse a través de un suelo de cristal.

El Pabellón de Hungría es un espacio arquitectónico único, un espacio singular en el que se fusionan arquitectura y tecnología, diseño y medio ambiente, cultura y divulgación.

 

La  curricula del arquitecto Imre Makovecz es extensa:

En 1986 fue profesor maestro en la Escuela de Maestría de la Federación de Arquitectos Húngaros, desde finales de los años 60 dirige una escuela de maestría privada.

Fue profesor universitario titular de la Universidad Politécnica de Budapest y doctor honoris causa de universidades inglesas, escocesas, alemanas y americanas.

Makovecz es el fundador de la escuela arquitectónica orgánica húngara.

 

Inició su arquitectura a partir de bases filosóficas, considera particularmente la antroposofía y la arquitectura de Rudolf Steiner (Fue el fundador de la antroposofía, educación Waldorf, agricultura biodinámica) como su piedra angular. Considera como sus maestros a Steiner y a F. L. Wright.

Sus espacios simbólicos tienen estrecha relación con las formas humanas. Intenta desarrollar en su escuela la representación material de este hecho. Makovecz no sólo es un creador formal, sino también teórico y profesor que habla del drama de la construcción, en cuyo centro se halla la mitología húngara.

A ésta, además de las creencias y mundo formal de los primitivos húngaros llegados desde el Este, se incluyen también los demonios y mitos del pueblo de la época de las migraciones.

Por eso las casas de Makovecz, con techos de tablillas de madera, poseen a menudo rostro, evocador del hombre-pájaro, y brazos abrazando e invitando.

Son nuevos capiteles, en el sentido steineriano, al querer convertir en símbolos arquitectónicos los personajes de los dramas del inconsciente colectivo.

Una tesis reconocida a partir de la obra de C. G. Jung es que estos signos universales se pueden encontrar aún en el folclore.

En las estructuras arquitectónicas de sus casas, evocadoras de humanos zoomorfos, ídolos y seres primitivos orgánicos, Makovecz consigue recuperar estos arquetipos.

Somete la tecnología arquitectónica y también los materiales al espíritu del lugar, a la tierra.

A esto corresponden sus cúpulas emergentes de la tierra, las armaduras de madera (mundial) y los techos de piedra, pizarra, tablillas de madera y paja. Éstos son al mismo tiempo arcaicos y ecológicamente modernos.

Sus casas manufacturadas son baratas porque la recuperación del pasado arquitectónico local supone profesionales locales, motivados por el arquitecto.

Condecorado en Hungría con las distinciones estatales más importantes, este arquitecto construyó más de un centenar de edificios en el país, entre ellos el complejo de la Universidad Católica «Pázmány Péter», varias escuelas y la piscina de la ciudad de Eger.

Después de la caída del «telón de acero», se significó como un personaje conservador de la vida pública del país.

Su último trabajo fue el diseño de las casas de la localidad de Kolontár para los afectados del vertido de lodo rojo, en octubre de 2010, que perdieron sus hogares en esa catástrofe ecológica.

Por alguna razón, la obra de Imre Makovecz, trae como imagen una cierta analogía con la obra de Gaudí. Fuera de contexto un arquitecto contemporáneo, con sus propias relaciones con la cultura originaria, en una modernidad sin muchos socios.

 

«Podemos tener problemas porque pensamos que las cosas se suceden en una línea recta. En la Naturaleza sin embargo nunca pensé que las cosas sucedieron de forma sucesiva, todo es, o sucede, al mismo tiempo.

Los animales nos dan una idea acerca de mañana, y no creo que las cosas sucedan lógicamente.

Mi tarea es que el edificio debe comprender no sólo la realidad que es sino que debe abarcar todo lo que podría haber sido. »

 

Por Arq. Jorge Barroso

Fuente:

www.maderadisegno.com.ar