Juntamente con las playas, la samba y el fútbol, Brasil tiene la belleza de su arquitectura como un marco de la cultura brasileña. Fusionando las raíces culturales con la innovación técnica, el país es, desde hace varios años, ícono internacional de la arquitectura.
En esta combinación de tradición y modernidad permanece el legado de Oscar Niemeyer, considerado el “Picasso del concreto”, cuyas obras merecen ser vistas con la misma intensidad que un conjunto musical.
A continuación, un viaje enfocado en la arquitectura y el escenario urbano y natural de algunas ciudades emblemáticas. Desde Bahía a Sao Paulo, pasando por Belo Horizonte, se presentan diferentes obras simbólicas, algunas únicas en nuestro tiempo.
Pampulha: una síntesis de la modernidad
Situada en la región norte de Belo Horizonte, Pampulha surge como una representación legítima de la modernidad técnica de los años 40. El entorno de la Lagoa de Pampulha reúne el famoso conjunto arquitectónico de la capital de Minas, ideado por el genio creador Oscar Niemeyer. El arquitecto decidió, gracias a las libertades plásticas que permitía el hormigón, ir en contra de la monótona arquitectura moderna de su época y comenzó a trabajar con curvas, que posteriormente se convirtieron en su seña de identidad.
En este entorno se emplazan tres obras proyectadas por el célebre arquitecto: el museo de Arte de Pampulha, instalado en el predio donde funcionaba un casino; la Casa de Baile, una construcción de formas sinuosas que simula una continuidad de la Laguna; y la Iglesia de San Francisco de Asís, con 14 paneles de mosaicos que retratan la Vía Sacra, autoría de Cándido Portinari.
Con los años, Pampulha asumió su vocación natural para el turismo y el ocio. Las curvas de Niemeyer, los frescos y azulejos de Portinari, las esculturas de Ceschiatti y el paisajismo de Burle Marx convierten este complejo en una de las formas de arquitectura moderna más ricas y complejas al servicio de la belleza plástica. Esta perfecta integración de urbanismo, arte y paisaje atrae a miles de turistas cada año.
Siguiendo la estela de estas construcciones, con el tiempo se incorporó el aeropuerto de Pampulha, el estadio de fútbol Mineirao, un zoológico y un parque de diversiones.
Parque de Ibirapuera: un picnic cultural
Con más de 1,6 millones de metros cuadrados, es el parque más importante y conocido de Sao Paulo, considerado el pulmón verde de la ciudad. En su interior alberga numerosas opciones de ocio como pistas de bicicleta, juegos infantiles y un lago. Sin embargo, lo que realmente llama la atención es la gran oferta artística y cultural que ofrece el parque.
Entre sus construcciones destaca el Auditorio de Ibirapuera, uno de los edificios más bonitos de la ciudad, también firmado por Niemeyer. Su aforo máximo es de 800 personas, aunque si se abre la zona exterior, donde se encuentra un gran puerto, es posible acoger hasta 15.000 visitantes.
Completan la propuesta el Pabellón Bienal de Arte, un edificio donde se exponen grandes obras de arte moderno y contemporáneo; el Museo Afro de Brasil, donde se realiza un repaso de la evolución histórica, cultural y social de la población africana; y el OCA de Ibirapuera, utilizado para alojar todo tipo de exposiciones de autores brasileros.
Iglesia y convento de San Francisco: la mayor representante del estilo Barroco
Situados en el centro histórico de Salvador de Bahía, el convento y la iglesia de San Francisco forman parte de una de las Siete Maravillas de Origen Portugués del Mundo. La construcción original data del 1587, pero fue destruida durante las invasiones holandesas.
En 1686 el Padre Vicente das Chagas ideó un diseño grandioso que tardó décadas en completarse. En la actualidad, este conjunto impresiona por la riqueza de los detalles en sus paneles, así como por la cantidad de oro en su interior –más de 100kg según cuenta la historia-.
Además, su fachada está decorada con azulejos amarillos y azules de origen portugués. Su techo, con pinturas ilusionistas, convierte la cubierta de la Iglesia en uno de los cielorrasos más lindos de Brasil.