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Mario Louro ha concebido su propia casa como un marco tridimensional suspendido sobre la tierra árida y roja de las orillas del Río Cavado, a pocos kilómetros de Braga, en Portugal.

El arquitecto, que se formó en la facultad de arquitectura de Porto siguiendo el ejemplo de Alvaro Siza, ha conseguido trasladar a su casa, de forma experimental, la predilección por las líneas limpias y la atención minimalista por los detalles propios de la tradición de diseño portuguesa. Màrio Louro ha introducido el edificio en el contexto como un objeto arquitectónico autónomo que, con su forma geométrica pura y abstracta, contrasta de forma intencionada con las curvas suaves del paisaje circunstante.

La impresión que se tiene cuando se ve la casa, sobretodo de noche, cuando los juegos de transparencias son más evidentes, es la de un objeto extraterrestre, caído por accidente en la arena roja del Río Cavado.

La Louro’s house se presenta como una caja blanca, de 32 metros de longitud y 12 de ancho, parcialmente suspendida sobre unos finos pilares inclinados y, parcialmente apoyada sobre una pendiente y sujeta por un tabique de piedra que recorta el espacio del garaje.

Una marco portante de hormigón armado da forma al grande espacio de la casa dividido longitudinalmente por un tabique de separación entre la zona día y la zona noche.

Si por una parte los dos lados más cortos del edificio son sólidos para destacar el efecto del marco, por otro, las fachadas más largas se han tratado de forma diferente para resaltar, incluso desde el exterior, la división de la casa en dos partes funcionales.

La fachada del lado oeste, en la que se encuentra la zona día, es una fachada acristalada continua colocada tres metros más atrás con respeto al borde externo de la estructura: de esta forma se crea una logia de diseño mínimo con una espléndida vista panorámica al río. La pared acristalada ha sido concebida por Louro como una especie de filtro transparente dirigido a la intemperie, de hecho, el gran salón siempre es visible desde el exterior, tanto de día como de noche.

Además, la falta de estructura de las cristaleras, que se han encajado directamente en el suelo y en el techo, contribuye a reducir el límite sensorial entre interior y exterior.

La fachada este tiene un aspecto más macizo, el espacio interior del grueso marco está animado por una secuencia de superficies convexas y cóncavas que descubren la fuerte plasticidad de la zona destinada a los ambientes privados.

Louro ha creado las habitaciones como volúmenes autónomos y les ha dado una forma diferente: formas sólidas de líneas orgánicas se suceden a lo largo del pasillo y crean una fluida secuencia de ambientes pausados por amplios espacios que dilatan y contraen el espacio. Las habitaciones tienen claraboyas en lugar de ventanas y, entre una habitación y la siguiente se han introducido unas puertas-ventanas para permitir que el aire y la luz penetren hacia el interior.

La pared maestra que separa la zona noche de la zona del salón, se extiende longitudinalmente por toda la casa: sólo se interrumpe con dos puertas, aquí se ha colocado el sistema de climatización y una chimenea. Una única habitación de 160 m2, orientada hacia el este, es la zona «pública» de la casa que, por su organización espacial, parece un loft en el que está la cocina, el área salón-comedor, el estudio, un cuarto de baño y una piscina.

La piscina, que da a la logia panorámica, está integrada como componente del espacio interior mediante paredes de cristal que se pueden abrir y que contribuyen a dar fluidez a los espacios de la casa.