“Si se puede construir poco, ese poco debe tener buena arquitectura”. La frase pertenece al arquitecto cubano Mario Coyula Cowley, una autoridad dentro del mundo de la arquitectura cubana, además de ser un crítico sagaz y propulsor de proyectos en todo lo que respecta al cuidado, preservación y uso racional del entorno urbano y social.

Desde hace mucho tiempo se considera a Mario Coyula una autoridad dentro del mundo de la arquitectura cubana, además de ser un crítico sagaz y de avezados planteamientos en todo lo que respecta al cuidado, preservación y uso racional del entorno urbano y social.

En entrevista concedida al Periódico Cubarte, puntualizó sobre problemas que agobian nuestro hábitat y otros que podrían salvarlo, a la vez que subrayó acerca del logro de una diversidad que “(…) debe complementarse con la unidad que se consigue con un buen trazado básico y buenas regulaciones que apunten a lo esencial, más un control permanente sobre los proyectos y obras. Nada nuevo, tan sólo la mezcla balanceada de variedad en la unidad que los antiguos griegos proponían para alcanzar la armonía”.

Aún vislumbra proyectos que contribuirían a perfeccionar la imagen de La Habana, siempre hermanado a la memoria, a la historia de una bella capital que ama profundamente y que continúa siendo para él fuente de trabajo, creación y, ante todo, de cultura. Y es este pensamiento armónico y leal a sus convicciones y exigencias profesionales, en constante desafío contra el tiempo, el que alienta al arquitecto Mario Coyula Cowley.

-La Habana, su arquitectura y urbanismo. ¿Cómo preservarla?

-Concibiendo que la mayor parte de la ciudad y de la gente sean capaces de pagarse a sí mismas, es decir, convertir a la ciudad y a la gente en un recurso, dejar de verlas como una carga. Ningún programa estatal, ni colaboración extranjera sin ánimos de lucro, podrá resolver una empresa de tanta magnitud. La ayuda es bonita y se agradece, pero no resuelve la esencia del problema. Muchas edificaciones se perderán, pero muchas valiosas pueden salvarse. Y son valiosas no solo por sí mismas, sino por formar un conjunto muy extenso con una imagen urbana coherente.

La Habana muestra capas de su historia, felizmente adyacentes y no superpuestas. El problema aquí, en este medio siglo pasado, ha sido siempre la falta de dinero, sumado a prioridades cambiantes que nunca interiorizaron la necesidad del mantenimiento. Ahora esa falta puede combinarse, actuando a la vez, con demasiado dinero llegado súbitamente a manos de privados que no saben cómo usarlo ―acostumbrados a la improvisación y la chapucería―, y de inversionistas extranjeros buscando un rápido retorno de su dinero, a como sea, coincidiendo con sus contrapartes cubanas debido a la extrema necesidad del país. Por eso, es muy importante que se hagan algunas inversiones nuevas que demuestren que se puede ganar dinero y hacer las cosas bien. La Oficina del Historiador ya lo ha demostrado, con hoteles pequeños que rescatan y dan uso a edificaciones patrimoniales valiosas y encajan sin rupturas en un contexto muy valioso.

-Arquitectura, urbanismo y cuidado del entorno, en especial, en La Habana. ¿Divorcio total?

La arquitectura cubana hace tiempo que se convirtió en construcción, y dejó de ser arquitectura. Lo curioso es que también la calidad de la construcción se perdió. Se han realizado algunas obras especiales con mucho respaldo oficial pero, en su mayoría, situadas fuera de la ciudad y, por lo tanto, no han contribuido a enriquecer la imagen urbana para el habitante de a pie. La ciudad está hecha por edificios y espacios públicos ―llenos y vacíos―, más la infraestructura donde se apoya. Todo está muy deteriorado. Arreglar esa infraestructura costaría muchísimo, y la inversión no se ve.

Pero no se puede esperar a resolver un problema para atender otro. Por ejemplo, se podría cambiar con muy pocos recursos la imagen de puntos claves por donde pasan y viven miles de personas. Eso se hizo en los años setenta, con los puntos de Reanimación Urbanística. Después le llamaron reanimación a pintar algunas fachadas, casi siempre indebidamente. Es parte del culto a la improvisación. Se pueden sembrar miles de árboles en calles, esquinas y otras áreas, en vez de hacer jardines de arbustivas, como si fuesen casas particulares, que bloquean las visuales y en cambio ellas no se ven al pasar por delante en un vehículo.

Si se puede construir poco, ese poco debe tener buena arquitectura. Hay inversiones con capital extranjero que imponen su arquitecto, y muchas veces ni siquiera son buenos. Para arquitectos malos o regulares, tenemos bastantes; no hay que importarlos y menos pagarles muchísimo más que a los cubanos. Con la mayor apertura al autoempleo, proliferan cuchitriles improvisados que se anteponen a las fachadas y agravan el caos visual que ya habían entronizado las tapias y cercas de alambre, y las jaulas para autos. Esas adaptaciones deberían ser proyectadas por arquitectos, para que al menos queden decentes. Pero los arquitectos pueden vender maní y manejar un taxi, no trabajar en su profesión.

A principios del siglo XVII La Habana sólo tenía unos cuatro mil habitantes, y muchos vivían precariamente de alojar y vender alimentos hechos en casa a los marinos y soldados de la Flota, que duplicaban a la población local. Tomó tres siglos y medio llegar a tener las mansiones aristocráticas barrocas de intramuros y las grandes casas-quintas neoclásicas del Cerro; la monumental arquitectura ecléctica del Palacio Presidencial, el Capitolio, y los palacios de los Gallegos y Asturianos; el Edificio Bacardí, insignia del Art Decó cubano; la Colina Universitaria, las grandes tiendas de Galiano y Neptuno, los palacetes de El Vedado y las torres de propiedad horizontal frente al Malecón, La Rampa, los repartos Miramar y Country Club; y las decenas de miles de viviendas modestas pero decentes que alojaban a una ubicua clase media baja que fue la que dio forma y masa a la ciudad. 

Sobre el arquitecto

Mario Coyula Cowley nace el 16 de junio de 1935, en La Habana, Cuba. Participa de la Lucha clandestina con el Directorio Revolucionario, subteniente en el Cuerpo de Ingenieros del Ejército Rebelde al triunfo de la revolución. Fue director de la Escuela de Arquitectura, en la CUJAE; director de Arquitectura y Urbanismo de la Ciudad de la Habana, director del Grupo para el Desarrollo Integral de la Capital y primer presidente de la Comisión de Monumentos de Ciudad de la Habana.

Coautor de dos proyectos de monumentos conmemorativos ganadores en concursos y considerados relevantes en ese campo:

Parque Monumento de los Mártires Universitarios, Infanta y San Lázaro, primer monumento importante después del triunfo de la revolución.

Mausoleo de los Héroes del 13 de Marzo, cementerio de Colón, ambos premiados.

Autor de la Casa Duplex en la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos.

Mención Coautor de la reconversión de la antigua Funeraria Caballero en Casa de Cultura, La Rampa.

Fuente:

www.cubarte.cult.cu

www.ecured.cu