La historia de los huertos urbanos tiene más de un siglo, Nacieron como apoyo a la economía familiar, pero el valor que se les otorga hoy es tanto el de espacios verdes en la ciudad, como el de acercamiento de la huerta a los ciudadanos. También se asocia más con el ocio y a los alimentos de calidad. Se hacen cada vez más visibles, incluso en escuelas, y hasta permiten poner en valor un recurso casi olvidado como son los terrenos baldíos dentro de la ciudad. Primera Parte.
Aunque de nuevo están de actualidad, la historia de los huertos urbanos tiene más de un siglo y, a lo largo de ella, han ido respondiendo a las diferentes necesidades con las que se encontraban los residentes de las ciudades. Nacieron como apoyo a la economía familiar, una necesidad; pero actualmente dan respuesta a unos intereses más relacionados con el ocio, el interés por alimentos de calidad y la recuperación de una cultura, fomentando la cohesión social. Asimismo, además de todas sus virtudes y ventajas sociales, los huertos urbanos pueden ayudar a realizar las ciudades más sostenibles y a elevar la calidad de vida de los ciudadanos, ya sean usuarios de ellos o no. No debemos olvidar que tienen un doble uso: como huertos urbanos y como zonas verdes, y como tales aportan unos beneficios diferentes de los exclusivamente sociales, y como tales también pueden estar integrados en el interior de las ciudades, formando parte de la estructura urbana. Sin embargo para que funcionen y aporten estos beneficios deben de estar creados conforme unas normas y criterios, y deben ser planteados unos requisitos mínimos a seguir por sus usuarios.
Los huertos urbanos tienen una historia que empieza con la ciudad industrial del Siglo XIX y principios del XX, como una actividad indispensable para la supervivencia. A mitad del Siglo XX las ciudades se tuvieron que adaptar a la falta de medios con una economía de guerra y tuvieron que introducirlos para conseguir abastecer a los ciudadanos de bienes de primera necesidad. A partir de los años setenta se unen a la autogestión, la integración social, educación ambiental y el desarrollo local.
Actualmente el valor que se les otorga es tanto el de espacios verdes en la ciudad, como el de acercamiento de la huerta a los ciudadanos, con los alimentos que producen, el disfrute del que la cultiva y la educación del que la desconoce. Es una realidad cada vez más visible: en las escuelas se crean pequeñas huertas para los niños, en Vitoria existe un proyecto de agroecológica “Huertos de Ocio” en terrenos del Anillo Verde (se ha ampliado de 100 parcelas a 350), en Barcelona existen 12 huertos repartidos en barrios (uno de ellos en medio del ensanche, cerca de la Sagrada Familia), en Sevilla hay 120 parcelas “Las Moreras” en el Parque Miraflores…
(Moran, 2008) Aparte de las bondades a nivel de desarrollo comunitario y personal que supone la participación ciudadana en el diseño y gestión de jardines y huertos urbanos hay que tener en cuenta que tiene importantes consecuencias en los niveles de gastos de mantenimiento y productividad. En los espacios de este tipo se reducen los costos de mantenimiento y gestión debido al trabajo comunitario intensivo y voluntario. Por otra parte se pone en valor un recurso habitualmente olvidado como son los terrenos baldíos dentro de la ciudad, que pueden convertirse en terrenos productivos, no sólo en cuanto a los alimentos que producen sino también por sus valores educativos. Además el grado de mantenimiento que desarrollan los vecinos es mayor que el que puede cubrir el mantenimiento municipal y, por lo tanto, los jardines están más cuidados y son más variados.
Estos huertos se caracterizan sobre todo por su labor social, pero además tienen función productiva de autoconsumo, ambiental, urbanística, saludable, cultural y estética. Normalmente son del Ayuntamiento y los cede a los vecinos con una serie de condiciones, y con tanto éxito que hay listas de espera; sin embargo también existe la versión en la que el dueño es privado y alquila las parcelas. En Cataluña incluso se ha editado una guía de integración paisajística para huertos urbanos y periurbanos, donde se encuentra cómo llevar a cabo un proyecto de huertos urbanos y cómo funcionan. En ella se fijan una serie de objetivos para los huertos urbanos como son: la promoción de prácticas de agricultura ecológica, el fomento de la utilización pública responsable o el impulso del asociacionismo entre los usuarios.
Sin embargo también tienen sus problemas, las huertas y el reciclaje siempre han estado muy cercanos y es habitual que se aproveche todo tipo de material o desecho para construir verjas, techados, asientos, jardineras… como puertas, bañeras, listones de madera…
(Moran, 2008) La reutilización es una práctica fundamental en cuanto al tratamiento de los residuos urbanos, además responde sinérgicamente a las necesidades humanas de creatividad, apropiación o personalización del entorno.
Evidentemente el tema del reciclaje se apoya desde todas partes y también puede ser una forma de educar a los vecinos, sin embargo se corre el riesgo de caer en que la estética de los huertos se parezca más a la de un basurero que a la de un jardín, por lo que es conveniente que vaya ligado a unas normas estéticas o incluso crear una imagen propia para el conjunto de huertos urbanos, de manera que no destaquen unos sobre otros, salvo por sus plantaciones. Lo habitual es que en las normas generales vayan incluidos una serie de requisitos a cumplir para cuidar la imagen, como mantener el huerto siempre en cultivo (que no aparezca en ningún momento abandonado), prohibir colocar elementos que no estaban en un principio (como nuevas verjas o separaciones interiores, mobiliario…), prohibir colocar jaulas de animales…
Fuente:
www.sostenibilidadyarquitectura.com