Cuando se trata de iluminar un edificio histórico, la solución no la tiene un diseñador de iluminación, se necesita de un equipo multidisciplinario integrado por conservadores, restauradores, arquitectos, urbanistas, ingenieros, historiadores y operarios de sitios históricos, entre otros especialistas.
Luego de años de polémica al respecto, algunos países reconocen como una necesidad la iluminación de los edificios que conforman su patrimonio histórico.
Para el tema de la mesa, “Intervenir monumentos históricos con luz, ¿agresión o realce?”, moderada por Víctor Palacio, los integrantes de IES (Illuminating Engineering Society) Sección México convocaron a los especialistas en diseño de iluminación y a las autoridades del Instituto Nacional de Antropología e Historia y del Instituto Nacional de Bellas Artes dentro de la Expo Lighting America 2013 realizada a principios de marzo en el Centro Banamex de la Ciudad de México. Los espacialistas convocados fueron Gustavo Avilés, Pedro Garza y Gerardo Ferraez, especialistas en diseño de iluminación junto con Dolores Martínez, directora de Arquitectura y Conservación del Patrimonio Artístico del INBA, Ana María Lara, directora de Licencias, Inspecciones y Registros de la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos del INAH y el arquitecto Carlos Martínez Ortigoza, quien ha tenido a su cargo la restauración de edificios históricos.
Parte del aprovechamiento del espacio público es hacer notar con luz el patrimonio histórico y sus valores arquitectónicos, señaló Martínez Ortigoza. En tanto, Pedro Garza y Gerardo Ferraez coincidieron en la necesidad de una buena iluminación para beneficiar otras áreas del inmueble. Garza explicó que, más que malos diseños de iluminación, varios edificios históricos están abandonados. Con el rescate integral de la Catedral de Morelia, por ejemplo, la luz contribuyó a la reapropiación del lugar: “ahora la gente lo vive, la economía se da y la gente aprende”. Ferraez recordó que algo similar sucedió en el centro histórico de Mérida, donde la gente había dejado de visitar sitios como la Plaza Grande. La intervención con luz ayudó a que la gente recuperara el espacio.
Avilés mencionó que la ciudad de México aún carece de un elemento que represente el valor nocturno de la ciudad. Ello requiere de una revisión conceptual de lo que es la ciudad de noche y propiciar una relación social con la urbe en un horario en el que, en la actualidad, no se convive, es decir, a partir las 7 pm. Ana María Lara coincidió al comentar que en la capital no hay muchos elementos que representen ese valor nocturno al que se refirió Avilés. Pero, en su opinión, la calle Regina es ejemplo de un pasaje urbano iluminado gracias a un diseño hecho por especialistas. Y de ser una vía insegura, “la gente se apropió de la calle desde que se hizo peatonal y se iluminó”, señaló. Dolores Martínez enfatizó en que las propuestas de iluminación de edificios que son patrimonio deben ser el resultado de un plan de conservación elaborado por especialistas de diferentes disciplinas. “Lo importante es entender el concepto de iluminación como parte de un proyecto integral de restauración, no como elemento aislado”. Reconoció que no se puede alejar a la iluminación del marco conceptual de la conservación como una herramienta que permita identificar a los edificios, sus materiales y sus historias. Más allá del deterioro físico que se puede causar a un edificio al invadirlo con un equipo de luz, el daño también puede darse en otros ámbitos.
“El daño conceptual que con iluminación deficiente se ocasiona a un edificio se debe a que se distorsiona su lectura, sus valores arquitectónicos se alteran”, expresó Ana María Lara, del INAH. “Si está mal hecho, estamos educando mal a la gente”. Martínez, por su parte, resaltó que toda intervención con luz debe llevar un trabajo de investigación que permita “la lectura (…) del lenguaje corporal arquitectónico del elemento estudiado”. La conservación no debe limitarse a tratar al monumento aislado, debe incluir los barrios en los que se encuentran, para el disfrute de los usuarios. El problema, apuntó, ha sido la falta de conciencia para identificar al patrimonio.
Avilés hizo ver la importancia de que se reconozca la autoría de los diseñadores de iluminación cuando se trata del patrimonio histórico. Sería conveniente, añadió, que la normatividad de ley reconociera al proyecto de intervención con luz como el rector del resultado final: “El proyecto (de iluminación) necesita nombre y apellido. Necesitamos responsables visuales”. Subrayó que el patrimonio histórico no es propiedad del gobierno en turno y pidió a las autoridades que los monumentos no se intervengan con luz para cumplir con compromisos políticos, para el desarrollo de alguna premiación o una fiesta. También pidió que los proyectos de iluminación no respondan a presiones de la industria, “que no sea un negocio”. Los integrantes del panel recordaron que la Carta de Taxco ya contempla que el proyecto de iluminación del patrimonio se considere en el ámbito de la conservación. Pese a ello, la iniciativa carece de especificaciones técnicas lo cual, a decir de Lara, responde a que la tecnología cambia rápidamente por lo que es un aspecto que se discute caso por caso con especialistas. Admitió que dicho documento aún tiene limitaciones, como es el no contemplar aspectos de iluminación urbana. Las representantes del INAH y del INBA comentaron que la conservación y la preservación del patrimonio no lo hace una sola dependencia, aunque así lo especifique la ley. Lograrlo requiere de la colaboración de diferentes profesiones, de instituciones, de autoridades locales y de iluminadores.
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