Desde que se iniciara, allá por la década de los 70, la llama “Green Guerrilla” en la ciudad de Nueva York, el concepto del paisaje urbano ha experimentado un cambio, al principio un tanto tímido y relegado a las situaciones más marginales de las ciudades y actualmente con mucha más fuerza. La situación económico-social que impera en éstos momentos hace plantearse, más que nunca, que podemos y debemos aprovechar los espacios verdes para algo más que “hacer bonito” el entorno que nos rodea.
Plazas públicas, arbolado urbano y jardines privados tienden a merecer una reestructuración concienciada y concesuada de las especies botánicas que albergan. Dejando a un lado, momentáneamente, las cuestiones estéticas y escenográficas del diseño de un jardín, la organización de los vegetales en un espacio, sea cual fuere, debe de tener un sentido arquitectónico basado en la propia naturaleza, cada especie vegetal debe de tener una misión concreta dentro del sistema, un propósito estructural y trófico intrínseco al margen del meramente etnobotánico.
Está de moda tener un jardín comestible, pero ¿qué es un jardín comestible?, si planto un limonero y dos arbustos de romero, ¿mi jardín es comestible?, bueno, desde un punto de vista muy simplista puede que si, pero un jardín comestible es mucho más que eso, vayamos por partes:
Situación: la ubicación debe ser la adecuada, el terreno, su orientación, la calidad del suelo y el acceso a un punto de riego son fundamentales.
Las plantas: la elección de las especies depende de nuestras necesidades y gustos gastronómicos, de su adaptabilidad al clima y de su función dentro del conjunto del jardín. Debemos huir de especies potencialmente invasoras del medio natural, de costoso mantenimiento hídrico o que pudieran, con el tiempo, reemplazar a las demás.
La estética: Es deseable coordinar además un diseño agradable a la vista, donde la armonía de colores y formas nos hagan disfrutar plenamente.
Otra característica interesante a tener en cuenta es la biodiversidad del jardín, desde el punto de vista del sistema (mini-ecosistema), un jardín, cuanto más biodiverso sea más sostenible y mejor se adaptará a las posibles perturbaciones exteriores (heladas, plagas, viento, lluvia,…), esto es lo que llamamos en ecología: Resiliencia.
Proyectar un buen jardín comestible es impensable sin la participación de un equipo multidisciplinar que trabaje en conjunto con el mismo objetivo, profesionales de la agronomía, la arquitectura y la biología, perfectamente capaces de integrar sus conocimientos en pos del resultado deseado. Un jardín comestible bien diseñado y maduro no debería tener un mantenimiento costoso, aplicando los principios de la Forestería Análoga (www.analogforestry.org) con el que pretendemos recrear las características físicas y funcionales de un bosque natural, podemos conseguir un jardín 100% productivo y adaptado a las condiciones ambientales.
Después, dejemos que la naturaleza haga su trabajo, no olvidemos que en un jardín no solamente están los vegetales llamados superiores, participan igualmente otros organismos necesarios tales como hongos, insectos, bacterias, líquenes, briófitos (musgos) e incluso los pájaros y otros vertebrados tienen su cometido, agradecidos por el espacio verde que les hemos proporcionado.
Por Dessire Sicilia, Doctora en Botánica, Directora de Hortus Civitatis