Cualquier ciudad civilizada del mundo respeta su pasado arquitectónico. Las viviendas y edificios históricos que les dan identidad son testimonios valiosos que merecen ser recordados y preservados. Por eso, las autoridades y los vecinos se ocupan de mantener vivas, y en pie, esas auténticas memorias urbanas. Hoy este serio problema afecta al patrimonio y mantiene en alerta a urbanistas y arquitectos.

En la ciudad de Córdoba, desde hace años, se asiste a un proceso imparable de eliminación de casonas de épocas pasadas, muchas de ellas incluidas en un listado municipal de bienes patrimoniales a proteger, creado por ordenanza, y otras no catalogadas, pese a tener valores singulares. Esta situación es notoria en los “barrios-pueblo” (Alberdi, General Paz, San Vicente, Alta Córdoba, Güemes y otros), donde infinidad de casas vienen desapareciendo del mapa urbano. Nueva Córdoba ya lo experimentó. La lógica siempre es la misma: sus dueños actuales venden esas propiedades o son “incentivados” a hacerlo por los voraces inversores inmobiliarios. Tarde o temprano, cuando los negocios se concretan, los inmuebles son demolidos en forma total o parcial. Acto seguido, se construyen edificios en altura, de oficinas o departamentos. A veces, estos nuevos edificios desnaturalizan la identidad de los barrios y generan desazón entre vecinos acostumbrados a convivir con antiguas casonas.
Hoy, el serio problema que afecta al patrimonio mantiene en alerta a quienes dicen ser sus “defensores”, urbanistas y arquitectos. Sería prudente que también preocupe a los funcionarios de turno.
Urge actualizar el catálogo municipal de bienes patrimoniales e incluir decenas de inmuebles históricos que están en la cornisa y pueden desaparecer en cualquier momento. Eso intenta hacer una comisión mixta del Concejo Deliberante que se abocó a crear un nuevo listado, más completo. Y urge frenar el proceso de pérdida de las memorias urbanas.