galeria_11¿Se imagina una construcción en troncos centenarios y recuperados que simula una trampera natural que los guaraníes utilizaban para cazar animales? Bueno el Museo de «La Aripuca» emplazado en la ciudad de Iguazú, provincia de Misiones representa una revalorización de las comunidades guaraníes y demuestra su sabiduría constructiva. Un músico guaraní, tocando el arpa, recibe al equipo de Presupuestosdeobra.com para iniciar un recorrido inolvidable.

Troncos naturales que simulan ser una gran «trampa» diseñada por el hombre y que desafiando a la naturaleza corriendo el peligro de destruir, mediante la tala indiscriminada, los bosques nativos. La Aripuca, es un emprendimiento Agro-Eco-Turistico familiar construido con la finalidad de: Crear conciencia sobre los recursos naturales que tenemos y su importancia; incentivar acciones para preservar y promover el cuidado del medio ambiente y difundir la cultura, creencias y tradiciones de la región misionera.

El propósito de la familia Otto Waidelich- Sommerfeld, justamente intenta que los turistas que visitan el «museo» tomen conciencia de la importancia que tienen los árboles en nuestras vidas, recuperándolos (caídos por tormentas, rayos e incendios) en un entorno protegido, valorado y con un diseño asombroso.

Materiales naturales:

DSCN0599El Tacurú es una de las construcciones que se encuentra dentro del predio: inspirado en uno de los nidos de hormigas mas fuertes encontrados en la Argentina (pudiendo soportar mas de 100 kgs sin desarmarse) este edificio, de mas de 500 toneladas, se eleva mostrando diferentes variedades de piedras típicas como la Arenisca, el Basalto Negro y Basalto Rojo, Itacurubí Lava, Canto Rodado, Cristales de cuarzos, entre otras, todas de la provincia de Misiones.

También se exhiben exclusivos muebles realizados a base de raíces de árboles, una técnica única utilizada por el artista misionero Roberto Moraes como un aporte más al aprovechamiento responsable de los recursos ecológicos, antes desperdiciados. Para la creación de estos muebles, Roberto rescata las raíces de especies derribadas o taladas para su uso en aserraderos evitando así que terminen por descomponerse bajo la tierra.

Era 1998  colocaron el primer ejemplar. Un «Espina de Corona» de aproximadamente 300 años. Fue ese día el que invadió de emoción a sus impulsores, a partir de ese momento el esfuerzo empezaba a tomar forma.

Tan grande era el deseo de ver elevada a “La Aripuca” que, extraordinariamente, en 27 días, terminaron de colocar los últimos troncos para que la obra, aunque todavía sin techo, quedara sólidamente levantada.

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Semejante estructura merecía también, una entrada que invite a la magia.  Por eso, paralelamente a «La Aripuca» construyó el enorme y maravilloso portón de bienvenida. Los ejemplares elegidos fueron dos Ybira-Pitá, que en lengua guaraní significa madera roja y cuyas edades sumadas hacen un total de 1500 años.

¿Quién sabe de cuántas historias son testigos ocasionales?, ¿Cuántos soles, lunas, lluvias y tormentas han presenciado?, ¿cuántos seres vivieron dentro y sobre ellos?…Esos misterios son los que atraen cuando penetramos en su ahuecado interior en forma de puerta.

Aún sin techo, «La Aripuca», abría sus puertas memorablemente el 15 de julio de 1998, dando la posibilidad a los turistas que visitan las Cataratas del Iguazú de conocer los recónditos de esta variedad de ejemplares que lograron, junto a  esta familia, -“los Waidelich” como los llaman los amigos- perpetuarse en la selva misionera.

DSCN0575Cómo fue el proceso constructivo de «La Aripuca»

En 1997 había llegado el momento de iniciar los trabajos, de encontrar aquellos especímenes arbóreos que den forma a “La Aripuca”. Debían ajustarse a las especificaciones exigentes pero sobre todo, tenían que estar en buenas condiciones. La búsqueda fue intensa en aserraderos, chacras y hasta en áreas de control de tala ilegal, teníamos que recuperar los ladrillos naturales para esta majestuosa obra.

Una vez localizados, en distintos puntos de la Provincia,  siguió el proceso de traslado. Etapa que se dilató más de un año y pusieron a trabajar a más de diez camiones y otras diez personas entre preparadores de madera y arrastradores. Un despliegue de mano de obra, difícil de imaginar si no se concibe el verdadero tamaño de los troncos que requería la corpulenta Aripuca.

El mayor y más pesado de los troncos (27 metros y 37 toneladas), viajó 200 kilómetros desde la localidad de Bernardo de Irigoyen (Misiones), por más de siete días, atendiéndose cada cuidado especial. Por su altura, el traslado   causó muchas dificultades, por momentos se necesitó ampliar el camino para poder seguir adelante, además de soportar las lluvias y tormentas propias de la región. Se trata de un Pino Paraná o Araucaria, que tiene unos 500 años y fue muerto por un rayo.

 

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La sabiduría de las comunidades Guaraníes

Los guaraníes preferían  para la instalación de sus aldeas, los terrenos ubicados sobre las riberas de los grandes ríos, arroyos y lagunas de la región puesto que eran los sitios más propicios para la pesca y la caza, la recolección del “ñai’ú” o arcilla para la fabricación de cerámica y fundamentalmente para el aprovechamiento de la tierra fértil en las labores hortícolas. A su vez, la selva cercana ofrecía sus frutos silvestres y abundante madera.

Los guaraníes conocen y visualizan con claridad su hábitat geográfico, se sienten parte de él. Su propia lengua identifica con toda lucidez y con nombres propios, ríos, arroyos, lagunas, cerros, montes, sitios significativos y otros de orden mitológico.
Las plantaciones más comunes en estas comunidades eran la mandioca, el maíz, la calabaza, el poroto, el algodón, etc.

Para plantar, previamente queman el monte produciendo “el rozado”, en el que mujeres y niños siembran bajo la supervisión de los sabios ancianos.

Los hombres se dedicaban especialmente a la caza y la pesca, utilizando como armas, los arcos, flechas, pequeñas hachas, maza y algunos grupos llegaron incluso a emplear lanzas.

Los guaraníes son básicamente agricultores, cada familia poseía un lote exclusivo en las plantaciones comunitarias y a su vez cada esposa tenia una huerta personal.

 

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