¿Cómo evitar el deterioro patrimonial? ¿Cómo tenemos en cuenta el impacto ambiental en la construcción de la ciudad? ¿Cómo conjugar el crecimiento urbano, los requerimientos estéticos y habitacionales a la vez? ¿Existe un perfil urbano, social, ambiental de una ciudad? ¿Cómo preservarlo?

     Hace por lo menos quince años, un experto en urbanismo que visitó Bahía Blanca preguntó si podían señalarle en la ciudad algún edificio horizontal digno de tenerse en cuenta. Personalmente, durante una primera recorrida no lo había podido detectar. No quedaba más remedio que decirle en aquel momento que había muy pocos o ninguno. Quizás podría sostenerse que el denominado Taberner había sido, por lo menos, estructurado pensando en la ciudad.

     Pero todo parece indicar que, salvo excepciones, aquella pregunta carece todavía de respuestas positivas. Porque durante las últimas décadas, en las que la construcción de tales estructuras se multiplicó, las circunstancias no han mejorado en la medida esperada. Además, el deterioro patrimonial va en aumento. No sabemos conservar lo bueno que hicieron nuestros antecesores. El caso del ex Banco Hipotecario es un ejemplo.

     La armónica incorporación al complejo urbano de obras voluminosas y de fuerte impacto ambiental y visual lejos está de aquel requerimiento estético mencionado. Se multiplican en pos de un solo objetivo: hacer el mayor negocio con la menor inversión. La ciudad parece algo que está ahí para el uso y la especulación individual y que esa es la meta excluyente.

     En el caso del cuestionado barrio Universitario, basta echar una mirada para percibir la incorporación de voluminosas unidades. En su mayoría suman imágenes decepcionantes, que no respetan el perfil urbanístico ni el social ni ambiental. En el resto de la ciudad ocurre algo parecido. Cierto es que hay excepciones y casos en que se perciben inquietudes estéticas e integradoras. Porque la arquitectura es además un arte. Y arte mayor. Como ejemplo podría mencionarse el edificio de la calle Sarmiento y Alvarado. Una forma de no ignorar la ciudad. De decirle "a cambio de lo que me das te doy".

     A tales circunstancias se suma el derrame indiscriminado de cocheras que surgen como espacios inertes, forzados, para fomentar el desbordante amontonamiento vehicular. En lugar de racionalizar el uso del automóvil, se lo estimula y convoca. Promovemos el uso irrestricto del mayor medio de "inmovilidad", contaminación y riesgo en el escenario menos adecuado.

     Estamos hablando de un ámbito vital, conflictivo, que necesita ser preservado como cualquier otro hábitat humano. ¿Por qué a nadie se le ocurre construir un espantoso horizontal en el Palihue? Porque se trata de un ámbito protegido para que no se distorsionen sus inestimables valores urbanísticos. Con el resto de la ciudad, que involucra a un número de personas mucho más elevado, debería ocurrir algo parecido. ¿Por qué no protegerla con toda la sensatez que hace falta?

 

Fuente:

www.lanueva.com