Sou Fujimoto es referido a menudo como uno de los arquitectos más prometedores. Nacido en 1971 en Hokkaidō, en 2000 estableció su firma —con sede en Japón y París—, desde donde ha construido, por mencionar algunas obras, la Casa N de Oita (2008), la Casa de madera de Kumamoto, (2008), el Departamento Tokio (2010), la Biblioteca de la Universidad de Arte de Musahino (2010) y la Casa NA de Tokio (2011), uno de sus trabajos más famosos. En 2005, 2006 y 2007 recibió el Premio de Crítica Arquitectónica, mientras que en 2010 le fue otorgado el Premio de Diseño de la revista Wallpaper. En 2012 recibió el León de Oro de la Bienal de Arquitectura de Venecia. Desde entonces su carrera tomó un gran impulso mediático. En 2013 se convirtió en el arquitecto más joven en diseñar el pabellón de la Serpentine Gallery. Desde 2001 ha sido profesor en la Universidad de Ciencias de Tokio y la Universidad de Keio, entre otras.
El trabajo de Sou Fujimoto establece un interesante vínculo entre el espacio, lo natural y lo artificial.
Nació en Hokkaidō, un lugar muy diferente al resto de Japón, ¿tuvo esto alguna influencia en su arquitectura?
Sí, tuvo una gran influencia. Nací en un área bendecida por un rico ambiente natural. De niño siempre jugué en el bosque. Esto me otorgó un sentido de eternidad, seguridad y emoción debido a que no podía ver lo que había más allá del horizonte, éste es el origen de mi arquitectura.
No obstante, no reconocí esa riqueza hasta que me mudé a Tokio. Aunque Tokio parece el opuesto absoluto de Hokkaidō, sus callejones tortuosos entre calles pequeñas pueden compararse con un bosque hecho de elementos artificiales. Allí podía sentir las mismas sensaciones de diversidad, seguridad y emoción. Desde entonces comencé a entender el bosque de Hokkaidō y la ciudad de Tokio como resultados diferentes de un mismo origen, un aspecto clave en mi arquitectura. Mi obra está basada en las nuevas posibilidades entre lo natural y lo artificial, como dos entes que no están separados. La diversidad y la riqueza producidas por la complejidad entre ambos conceptos se relacionan en diferentes escalas para generar ambientes fértiles que generan seguridad y emoción.
Ha definido a la arquitectura como un «paciente rol de repeticiones», ¿podría explicar esta idea?
El diseño arquitectónico requiere de mucha paciencia.
Esto se dice al diseñar un trabajo o cuando pasan décadas entre un proyecto y otro. Pero después de una revisión es posible que se persiga una nueva arquitectura. Es común que en su tiempo presente un arquitecto se dé cuenta del verdadero significado de una idea que tuvo cinco años atrás. Por lo tanto, creo que la arquitectura es un proceso que debe escuchar al mundo con el propósito de darle forma a algo que extrae de ahí.
Esta postura de repetición, ¿es viable cuando se lidia con las necesidades y deseos particulares de un cliente?
Al confrontarse a las demandas específicas de un cliente los arquitectos empezamos nuestro trabajo escuchándolos cuidadosamente. Y no sólo podemos responder a esas demandas, igualmente sentimos un valor detrás de la vida y la cultura del cliente para darle forma a un proyecto. Así, no sólo son meras necesidades, son ideas que deben generar un gran valor. Si bien el diálogo empieza con el cliente de forma individual, eventualmente el proyecto debe proponer un nuevo valor para el mundo.
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La idea de lo primitivo adquiere una sofisticación muy concreta en su trabajo. El título de su conferencia, “Evolving Ideas: Primitive futures”, expresa sintéticamente su voluntad de plantear una arquitectura en la que se conecte la búsqueda de innovación con una indagación sobre lo primitivo en la relación de lo humano con su entorno en la era de la tecnología.
Este momento, en que estamos rodeados de tecnologías de la información, está siendo modelado por la percepción más básica del espacio arquitectónico, la interacción básica entre los individuos. Deseo poder crear entornos básicos, pero verdaderamente esenciales e innovadores para las personas. La tecnología nos está permitiendo ser más sensibles respecto a nuestros instintos primordiales. A la vez, desearía poder sentir más lo natural en la ciudad, un mayor contacto humano sin iphones de por medio: un equilibrio entre lo tecnológico y lo esencial en el comportamiento humano. La idea de “lo primitivo” me proporciona un nuevo punto desde el que repensar qué es la arquitectura, en qué espacios han de habitar las personas.
La idea del ‘bosque’ es igualmente una metáfora muy importante para sus conceptos de trabajo.
Sí, y se manifiesta a través de muy diferentes significados. Por un lado, parte de la experiencia de la naturaleza que disfruté en mi infancia, creciendo en el campo. Vivo en Tokio desde hace diez años y, en ese tiempo, he podido ir descubriendo una inesperada similitud entre un bosque y su situación urbana y arquitectónica. La atmósfera de algunas partes de la ciudad, con sus pequeñas casas, senderos…me resulta muy parecida a la de un bosque. Apercibir esto me ha llevado a tratar de formular una arquitectura intermedia, entre lo natural y lo artificial.
Asimismo, lo concibo como el lugar de la diversidad. Es un buen ejemplo para entender la riqueza y complejidad de nuestras vidas, de la arquitectura. Cómo está hecho el bosque, cómo lo crean las fuerzas naturales. En el bosque se ven y experimentan muchas cosas que no están organizadas a la manera en que lo hace la arquitectura, sino planteando relaciones más orgánicas y complejas. Concebir la arquitectura como un bosque implica la necesidad de repensar constantemente qué es, ya que no lo planteo literalmente. Eso supone que, cada vez, encontramos alguna nueva respuesta y punto de partida.
Toyo Ito, último laureado con el Pritzker, ha sido un gran valedor de su trabajo ¿Reconoce su influencia?
Me supone un gran honor el que Toyo Ito haya apreciado y apoyado algunos de mis proyectos. Ciertamente reconozco la gran influencia que han ejercido sobre mí tanto él como Kazuyo Sejima. Ambos han tratado de crear algo más allá del orden arquitectónico. La Mediateca de Sendai de Ito fue una de las mayores inspiraciones que tuve durante mi formación. Ito ha tenido una particular influencia sobre el modo en que he comprendido la arquitectura, la naturaleza y su interrelación. Estamos tratando, honestamente, de actualizar lo aprendido de ambos, desarrollar más a fondo sus ideas esenciales para las generaciones venideras.
¿Cuál es su diálogo con los arquitectos occidentales con los que ahora está trabajando?
Los proyectos que tenemos ahora mismo en curso en Europa me están permitiendo ver un específico tipo de contexto muy fuerte. Estoy tratando de poder proponer algo relacionado con dicho contexto desde un planteamiento que suponga no sólo dialogar con ese contexto sino cómo innovarlo, o reprogramarlo para crear nuevos entornos y formas para la arquitectura.
¿Cuáles son los cambios cruciales inducidos por la tecnología que ya se constatan dentro de los parámetros sociales y culturales presentes?
Son evidentes los nuevos modos de pensar, de sentir la sociedad, de percibir las relaciones entre individuos a través de diferentes tipos de situaciones, como las que plantean las redes sociales, por ejemplo. Emerge un nuevo tipo de concepto de lo público y lo social, y nuestro reto es crear límites ambiguos para la arquitectura. Mis proyectos más recientes abordan la difuminación de fronteras entre lo público y lo privado. Por supuesto, una vivienda privada debe poseer intimidad, pero los proyectos de situación urbana ya no son siempre grandes eventos, sino que a veces implican situaciones de cierta privacidad. Me considero influido por la sociedad actual. Hay una influencia mutua entre la sociedad y nosotros, y de nosotros hacia la sociedad.
¿Cómo se produce esa influencia recíproca; la sintonía con el propio tiempo, anticipar?
La arquitectura está indudablemente vinculada a situaciones de la realidad. Debemos tener presentes numerosas condiciones sociales pero también debemos sentir algo personal e imbuir a la propuesta arquitectónica de una cierta parte de esos sentimientos nuestros relativos al tiempo en que vivimos. Mediante ese proceso, los arquitectos podemos proponer algo nuevo, o algo en relación a la sociedad presente que únicamente muestre un pequeño potencial respecto al futuro. Creo que todos los arquitectos tratamos de hallar algo nuevo porque debemos hacer posible algún tipo de futuro a través de nuestros proyectos. Luego, gradualmente, la historia y la sociedad avanzan. Es un proceso verdaderamente raro porque la mayoría de nuestras propuestas son como elementos inútiles dentro de un decorado, sólo una pequeña parte de ellas contribuirá a crear el futuro o lo que se percibirá como bello en el futuro. Por eso creo que hay algo extraño en la profesión de arquitecto: estamos tratando de relacionarnos con la realidad y con el sueño del futuro, y podemos crear un puente entre esas dos dimensiones para tratar de hacer que la historia avance un poco.
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