Una sensibilidad de afinada poesía; un temperamento audaz; mitología y fantasía; libre albedrío y autonomía de acción.

Clorindo Testa no se consideraba a sí mismo ni arquitecto, ni pintor, sino que sus obras son expresiones; algunas se puede decir desde la arquitectura y otras, de diferente manera, pintando o haciendo una instalación.

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A través de dibujos, pinturas, esculturas e instalaciones, Clorindo Testa reflexionaba acera del ser humano. Pero lo hacía no sólo desde su pensamiento de artista sino también desde la meditación del arquitecto, porque ambas disciplinas no están separadas en su intensa y extensa labor creativa.

Utiliza el blanco, el negro, los grises, deliberados chorros y garabatos; gritos y pensamientos en rostros de perfil que exhalan por la boca un grafismo, contenido a su vez, por una línea o una forma; planos de ciudad evidenciando su aglomeración cotidiana; su alusión a la peste en la ciudad y su transmisión, remitiendo a los efectos devastadores de la degradación ambiental; una de sus Caperucita Roja; su camita que apela a “La fiebre amarilla en Buenos Aires, 1871”.

Clorindo Testa hacía pintura, hacía arquitectura. Pero sin mezclar las dos cosas. Su maqueta de Puerto Madero elabora, para el hombre, su circunstancia, desde una percepción que trasciende la sociología. Su maqueta de un edificio, es una obra de arte que complementa el diálogo con el resto de la muestra.

–¿Dónde se siente más Clorindo?

En las dos. Siempre.

–¿Usted pinta en camisa y corbata?

Sí siempre, a veces se mancha…

(…)

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–¿Qué artistas le gustan?

Los que pintan de acuerdo al momento en que están. No los que pintan como hace 20 años atrás. No me interesan.

–Usted tiene una pintura muy contemporánea.

Es que yo creo que así hay que hacer. No tiene sentido pintar como hace 20 años, hay que ir evolucionando. [1]

Fuentes:

www.uca.edu.ar

www.hoyartehoy.com.ar

www.enredadosenlaweb.com

www.newsmatic.e-pol.com.ar

 

 

 


[1] Entrevista publicada  www.hoyartehoy.com.ar