Por: Arq. Alejandro Añaños.

Es paradójico advertir, en lo que respecta a la Arquitectura de Vivienda, que los espacios con mayor impacto ambiental, particularmente baño y cocina, sean justamente los que no se consideran ambientes a la hora de su comercialización. Quizás la inercia de copiarlos y empastarlos automáticamente en infinitos proyectos de arquitectura, no permita advertir seriamente, mas allá de los avances estéticos logrados por la modernidad, ese renovado protagonismo en la vida cotidiana de las Personas para, definitivamente, lograr cambios sustanciales que produzcan reales transformaciones y un verdadero desarrollo humano, más allá de apetencias formales reposteras.
Hablar de desarrollo humano es, necesariamente, hablar de conductas productivas, pro-activas, insinuadas fundamentalmente, desde la propia arquitectura y apropiadas por Personas convencidas de un mejor habitar. En este sentido las decisiones del profesional de la construcción cumplen un papel preponderante cuando dejan de lado los conceptos arrollados por otros en pos de des-arrollados propios. Por ejemplo; la cocina se ha arrollado, histórica y socialmente, hacia un modelo espacial para la producción de des-hechos industriales, cuando tendría que haberse des-arrollado hacia la producción de re-hechos industriales a los fines claros de evitar su alto grado de participación en la contaminación ambiental actual…

 

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